Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

ALGUNAS COSAS QUE DICE VILA-MATAS EN "EL VIENTO LIGERO EN PARMA"

SOBRE DON JUAN
Gombrowicz en seis horas y cuarto
Aún no sabía esto ni otras muchas cosas, pero me pareció intuir que en la entrevista Gombrowicz decía cosas geniales o enrevesadas. Las frases enrevesadas acabaron pareciéndome incluso mejores que las geniales. Quiero ser como él, pensé inmediatamente. No quería ser como Juan Benet o Sánchez Ferlosio. Quería ser un escritor no-español, y a ser posible raro y del país más extraño que encontrara. Y cuando fuera maduro, quería escribir sobre la inmadurez, como Gombrowicz, y tener un rostro tan orgulloso como él.
El paseo de Sant Joan en rojo
Juan Benet nos dejó dicho que la memoria es como una novela a la antigua, como un único argumento diacrónico, y que el mejor procedimiento que el individuo ensaya para modernizarla consiste en desecharla como tal y aprovecharla para una serie de relatos, con un único personaje central. Esto explicaría que tan a menudo nos creamos los únicos protagonistas de las historias de nuestra infancia.
SOBRE VLADIMIRO
Bolaño en la distancia
Me recuerda esa brecha a una que aparece en uno de mis libros preferidos, la novela vanguardista Petersburgo, de Andrei Biely, una de las cuatro mejores novelas del siglo según Nabokov. En ella leemos:
Ignorado, insensible, privado de pronto de gravidez y de la percepción de su propio cuerpo, el senador Apolón Apolonovich elevó la vista; sus sentidos no podían dar fe de que había elevado la vista hacia el parietal y vio que no tenía parietal; allí donde el cerebro está cubierto de recios huesos, donde ya no hay visión, allí Apolón Apolonovich sólo vio en Apolón Apolonovich un boquete redondo (en lugar del parietal); el boquete era un redondel azul; en este momento fatídico [...], algo, con un rugido semejante al del viento en la chimenea, succionó rápidamente la conciencia a través del boquete azul del parietal: hacia más allá del infinito.
SOBRE BORGES
Pitol y el misterio que viaja con nosotros
A pesar de mis esfuerzos, me resultó imposible saber cuál de las dos puertas era la que yo, casi treinta años antes, había atravesado en cierta ocasión para escuchar clandestinamente a Borges. Decidimos llamar a la puerta de la izquierda, que era la que más me parecía que podía ser. Nadie contestó. Insistimos, hubo varios timbrazos. Nada. "Está tan claro que ésta fue la puerta de la librería como que no hay nadie ahí dentro. Eran tan secretos sus habitantes que, ya veis, se han hecho invisibles", dijo Pitol, que no ocultaba lo mucho que le divertía aquella investigación. De pronto, me pareció que él se estaba moviendo como si estuviera dentro de un relato. Y me acordé de que sus cuentos serían cuentos perfectamente cerrados si nos revelaran algo que jamás nos revelarán: el misterio que viaja con cada uno de nosotros. El estilo cuentístico de Pitol consiste en contarlo todo pero no resolver el misterio. De pronto, mi mujer y yo nos miramos y, sin mediar palabra, nos entendimos de inmediato: estábamos dentro de un cuento de Pitol.
Tanto se divertía él con la investigación que acabó aporreando la puerta, se moría de risa. Entonces oímos que alguien, en la puerta de enfrente, hacía girar la mirilla y pasaba a espiarnos. Llamamos poco después al timbre de esa puerta de enfrente. Una mujer de avanzada edad, una vieja dama, la entreabrió con precauciones, dejando puesta la cadena de seguridad. "¿Buscan a alguien?", preguntó pausadamente, con cierta serenidad. Y entonces Pitol tuvo una salida ocurrente y preguntó en su francés impecable: "¿Monsieur Jorge Luis Borges? ¿Vive ahí enfrente?" Tras un breve silencio muy reflexivo, la mujer nos dijo: "Viven ahí, pero nunca están."
A Pitol se le iluminó la mirada. Ahora ya sabíamos dónde había estado y dónde podía seguir estando la librería Zékian. ¿Dónde? Pues estaba bien claro y hasta parecía una metáfora del lugar de la literatura en el mundo actual: "Donde viven los Borges que nunca están." Abandonamos el lugar entre risas, con la impresión de haber hecho todo lo que estaba a nuestro alcance para resolver el enigma de la librería secreta y, en definitiva, del mundo. Nos fuimos de allí con la impresión de haber estado más cerca que nunca de la invisible verdad y que el cuento había terminado. Fue asombroso y no me lo esperaba. Cuando salimos a la calle, noté que seguíamos dentro del cuento de Pitol.

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