Conversaciones con Ian McEwan, p. 67
González: Uno de los temas
recurrentes en su trabajo es el de la identidad de género y la actitud
ambivalente de los hombres hacia las mujeres, una mezcolanza de temor y envidia
al mismo tiempo, tal como se refleja, por ejemplo, en los muchos episodios de
travestismo que aparecen en sus libros. ¿Podría explicar en detalle esta idea?
McEwan: No sé si puedo. Quiero
decir que mis novelas, mi trabajo, son la explicación. Sí, los desencuentros entre
hombres y mujeres siempre me han interesado. Hay posibilidades tan trágicas
como cómicas en esta dificultad que experimentan los hombres y las mujeres para
satisfacerse los unos a los otros en sus relaciones, para sentirse libres en
ellas, para ser sinceros ...
González: Se ha referido al hecho
de que los hombres temen a las mujeres. Recientemente lo mencionó ante una audiencia
española, y, por parte de los hombres, se vieron muchos ceños fruncidos que
negaban con la cabeza.
McEwan: Pienso que la insistencia
de los hombres por mantenerse en el poder, tanto en el ámbito de las relaciones
sentimentales como en el social, está basada en el miedo, en un miedo a ser
fagocitados, en un miedo que tal vez hunda sus raíces en haber dependido de una
mujer cuando eran niños. No me explico qué otra cosa puede producir tantas
violaciones, tanta violencia, si no es que hay algo en las mujeres que los
hombres identifican como una amenaza a su existencia. Los ceños fruncidos y las
negaciones son inevitables. Creo que uno ha de profundizar bastante en sí mismo
para poder vislumbrar este miedo; superficialmente se manifiesta como
irritación o agresión.