K.


Kafka no quiere morir, Laurent Seksik, p.88

ontempla el cuerpo echado ante él, el rostro donde las sombras dibujan grietas profundas. El alma de Kafka no tardará en abandonar ese cuerpo. O, mejor dicho, no hay ningún alma que retener, ni antes ni después, la vida es una estación inmensa y desolada en la que se cruzan unos seres humanos movidos por esperanzas insensatas, que no hacen más que esperar trenes que no llegarán jamás. Nada acompaña, nada precede, nada prolonga el murmullo de nuestras almas atormentadas, de nuestros amores y nuestras penas, nadie aclarará jamás los misterios de nuestras vidas, nuestro insolente deseo y nuestras hechizadas memorias, nadie escucha nuestras plegarias, nadie puede redimir nuestras faltas. Eres polvo y al polvo volverás.


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