INCIPIT 1.467. LA HISTORIA DE MI MAQUINA DE ESCRIBIR / PAUL AUSTER


Tres años y medio después, volví a Estados Unidos.

Era julio de 197 4, y cuando deshice las maletas aquella primera tarde en Nueva York, descubrí que mi pequeña máquina de escribir, una Hermes, estaba destrozada. Con la tapa abollada, las teclas dobladas, torcidas y deformes, no parecía tener la más remota posibilidad de arreglo.

No podía comprarme una nueva. En aquella época rara vez me sobraba el dinero, pero en aquel preciso momento estaba sin blanca.


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