INCIPIT 1.231. EL HIJO DEL CAPITAN TRUENO


EL PARAÍSO PERDIDO

Mi madre colgó el teléfono de un golpe seco, apagó el cigarrillo y dio orden de estar listos para salir de inmediato. La Tata se puso seria y le preguntó:

-Pero qué va a hacer usted, señora, qué va a hacer usted, por Dios ...

-Nos vamos a la finca. Esto se va a acabar ya.

-Y los niños, piense usted en los niños, señora ...

-Los niños los vistes y los subes al coche ... Tú también y rápido ...

-La va a armar ...

-Sí, Tata, la voy a armar ... -contestó mientras revisaba frenéticamente que todo lo necesario para el viaje estuviese en su bolso y prosiguió-. ¿No es hoy Noche Vieja? Pues vamos a ir a celebrarla corno Dios manda ... en familia ... nosotras, los niños y su padre ... esto se acaba hoy mismo ... con el año.

Agarró escaleras arriba y a la mitad emergió encaramándose a la barandilla corno una gárgola. Gritó:

-¡Que sea ya, Reme, ya!, ¿me entiendes? ... Y lleva champagne que lo vamos a celebrar.

Cuando mi madre llamaba a la Tata por su nombre, de algo serio se trataba y nunca auguraba nada bueno.

-¿Le echo también las escopetas y se las cargo, señora? ... Ya que estamos ...


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