EL LIBRO


Extraterritorial, George Steiner, p. 164

Le Livre depende también de referencias culturales compartidas. Las fuentes del conocimiento literario eran naturalmente grecolatinas y helenístico-cristianas, y, desde Caxton hasta Sweeney entre los ruiseñores de T. S. Eliot, vitales para esa literatura. Tanto el libro como la respuesta del lector son el resultado de hábitos precisos y elaborados. Existe un pacto de reconocimiento previo entre el libro y el lector. El autor tiene a su disposición un arsenal indispensable de referencias: la Biblia y los clásicos, la literatura anterior, un amplio pero definido lenguaje de referencias históricas y filosóficas. Y da por sentado un reflejo consensual, de mayor o menor precisión pero inmediato, que hace que su lector reconozca los ruiseñores, el bosque ensangrentado donde cantaron y los penetrantes gritos de Agamenón. También presupone que el lector conoce procedimientos retóricos como la analogía o la metáfora. Su libro entra en un territorio de ecos preexistentes.

Este efecto de resonancia también tiene bases sociales y económicas  específicas. El nivel de vocabulario y control gramatical implícito en la práctica tradicional de la lectura es casi por definición una adquisición de elite e inseparable de cierto nivel privilegiado de educación y desarrollo verbal. Pero esa coincidencia de ecos  del que dependía la autoridad y eficacia del libro estaba más allá de la enseñanza. Un conjunto de referencias compartidas implica, por cierto, un sistema de valores sociales y filosóficos. La economía enunciativa que hace posible determinado estilo literario, al igual que el cuestionamiento de dicho estilo por otros escritores, tiene su raíz en gran cantidad de convenciones sociales y psicológicas implícitas aunque previamente acordadas. Esto se aplica particularmente al público letrado entre la época de Montesquieu y Mallarmé. El tipo de público letrado que los escritores tenían en mente refleja claramente una determinada estructura social. Tanto los medios lingüísticos como la gama temática de los libros -en resumidas cuentas, el universo semántico de autores y lectores- representaba y contribuía a perpetuar las relaciones jerárquicas de poder de la sociedad occidental.


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