Un joven aspirante a director de cine llega a Madrid dispuesto a realizar sus sueños de gloria cuando la sombra de un asesino vagaba por los salones de la alta burguesía del barrio de Salamanca. En los tablaos flamencos no eras nadie si no le habías encendido un cigarrillo a Ava Gardner. Los soldados negros de la base de Torrejón volaban como aves del paraíso sobre los prostíbulos de color fresa de la calle de la Ballesta y en todas las barras de los bares siempre había alguien que sabía explicar cómo funcionaba el garrote vil y en ese momento todo el mundo callaba. En la radio sonaba la canción de Renato Carosone «Tu vuo fo !'americano».

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