Jacinto


Mythos, Stephen Fry, p. 327
Jacinto, un hermoso príncipe espartano, tuvo la mala fortuna de ser amado por dos divinidades: Céfiro, el Viento del Oeste, y el dorado Apolo. Jacinto prefería con mucho al bello Apolo, de modo que rechazó repetidamente las intimaciones juguetonas pero cada vez más feroces del viento.
Una tarde, Apolo y Jacinto competían en unas pruebas atléticas cuando Céfiro, en un ataque de rabia celosa, desvió el disco de Apolo de un soplido, enviándolo directo y a toda velocidad contra Jacinto. Lo golpeó con fuerza en la frente y lo mató en el acto.
Abrumado por el dolor, Apolo impidió a Herrnes que transportase el alma del joven al Hades, y en lugar de eso mezcló la sangre mortal que manaba de la frente de su adorado con sus divinas y fragantes lágrimas. Este jugo embriagador empapó la tierra y de allí brotaron las exquisitas y perfumadas flores que llevan el nombre de jacinto hasta nuestros días.

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