La vida negociable, Luis Landero, p. 73-74
Sin embargo, me acuerdo muy bien
de que un día vi a un cerrajero trabajando en un quiosco. El quiosco estaba situado
en un cruce de calles muy transitado y el cerrajero estaba allí, con una bata
azul, haciendo copias de llaves en una maquinita, o esperando a que alguien le
encargara un trabajo. La mitad de arriba del quiosco era de cristal, y por
dentro colgaban muchas llaves vírgenes, y todo tipo de llaveros, y también
vendía pilas, cerraduras, candados y hasta mecheros desechables. Lo vi varias
veces, y siempre que pasábamos por allí yo acortaba el paso o le pedía a mi
padre que se parase un rato a descansar. Yo envidiaba a aquel hombre, libre y
autónomo en su casilla, refugiado en medio de la calle como un náufrago a salvo
en su islote en mitad del océano.
Me haré cerrajero, pensé, y me
puse a fantasear. Si me fallan todos mis proyectos, aquí seré feliz y
encontraré el sustento y la paz. Llegaré a mi quiosco por la mañana a cualquier
hora, porque estaré libre de horarios, me pondré la bata, me encerraré por
dentro y trabajaré a mi aire hasta media mañana, en que saldré a tomar una caña
y un pincho en un bar que estará al lado del quiosco, donde soy ya cliente
habitual, y charlaré y reiré con los parroquianos también habituales hasta que
me parezca, sin agobio, sin prisas, y luego seguiré un rato trabajando hasta la
hora de comer. Comeré en una taberna de los alrededores, donde ya me conocen y
me tienen reservada una pequeña mesa en un rincón y saben cuáles son mis platos
favoritos, y al final tomaré café y fumaré sin prisas, instalado en el tiempo como
un marajá en su trono, charlaré con algún camarero sobre cualquier asunto de
actualidad, y luego regresaré al quiosco
y trabajaré otro rato hasta que, cuando me parezca, bajaré las persianas
metálicas, lo atrancaré y me iré a mi casa, un apartamentito con pocas pero
gustosas pertenencias donde, a mi manera, seré también feliz. Qué bonito es tener
un oficio, me decía. Cuando uno tiene un oficio se pone a salvo de la tentación
de una vida ociosa y vagabunda. Y a salvo también de vanas ambiciones. ¿Irse de
aventuras con Leo o dedicarse a los negocios? Qué tontería, qué de trabajos y
sinsabores para nada. Cuánto mejor era caminar bajo la nieve o contra el viento
hacia un lugar seguro. Todo eso pensaba, y seguí pensando, como un filósofo de la
vida, aunque ese proyecto lo llevaba muy en secreto y nunca se lo conté a
nadie, porque me daba apuro confesar que toda mi ambición en la vida podía
colmarse con un quiosco de cerrajería.

En Cerrajero Majadahonda tambien cuentan con muchos servicios sin duda tu publicacion me agrado mucho y la lei completa tiene cosas muy buenas, mucha informacion
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