Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

ALTA SOCIEDAD ROMANA

De El cerco de Londres de Henry James. p.81
Había pasado el invierno en Roma, viajando directamente desde esta ciudad a Londres, con sólo una pequeña parada en París, para comprar algo de ropa. Roma, ciudad en la que había hecho muchos amigos, le había gustado mucho. Le aseguraba que conocía a la mitad de la nobleza romana.

-Son una gente encantadora; sólo tienen un defecto, se quedan demasiado tiempo -dijo ella. Y, en respuesta a su mirada inquisitiva, continuó-: Me refiero a cuando vienen a verte. Solían venir todas las tardes, y querían quedarse hasta el día siguiente. Eran todos príncipes y condes. Yo les solía ofrecer puros, etc. Conocí a tanta gente como quise -añadió, en un momento dado, descubriendo quizá en los ojos de Waterville algún rastro de la compasión con la cual seis meses antes había escuchado el relato de su desconcierto en Nueva York-. Había muchos   ingleses; conocí a todos los ingleses y tengo la intención de visitarlos aquí. Los americanos esperaron a ver qué hacían los ingleses para luego hacer lo contrario. Gracias a eso me libré de algunos ejemplares increíbles. Hay algunos, ¿sabe?, que son horrendos. Además, en Roma, pertenecer a la alta sociedad no es tan importante, si se es capaz de apreciar las ruinas y la Campagna; yo apreciaba muchísimo la Campagna. Siempre estaba paseando alrededor de algún húmedo templo antiguo medio transida de romanticismo. A excepción de los templos me recordaba bastante el paisaje de los alrededores de San Diego. Me gustaba repasarlo todo, cuando iba conduciendo por allí; andaba siempre meditando tristemente sobre el pasado.

INCIPIT 462. LA LEY Y LA DAMA / WILKIE COLLINS

CAPÍTULO 1
El error de la novia
“Porque, desde el principio de los tiempos, las mujeres santas que confiaban en Dios se honraban sometiéndose a sus esposos; Sara obedecía a Abraham, llamándole señor, y también sus hijas y las hijas de sus hijas”. Con estas conocidas palabras mi tío, el reverendo  Starkweather, puso fin a la ceremonia del matrimonio según el rito de la Iglesia anglicana. Luego, cerró su libro y me miró desde el altar, con una cariñosa expresión de interés en su ancha y colorada cara. Al mismo tiempo, mi tía, la señora Starkweather, de pie junto a mí, me  dio unos suaves golpecitos en el hombro y me dijo:
-¡Ya estás casada, Valeria¡
¿Por dónde vagaban mis pensamientos? ¿En qué se entretenía mi mente? Estaba tan confusa que me era difícil determinarlo. Me estremecí y miré al que ya era mi marido. El pobre parecía tan aturdido como yo. Creo que a los dos se nos había pasado por la cabeza la misma idea: ¿Era posible que, a pesar de la oposición de su madre a nuestra boda, fuéramos ya marido y mujer? Mi tía zanjó la cuestión con un nuevo golpecito en mi hombro.
-¡Cógete de su brazo!-susurró con el tono de una mujer que ha perdido la paciencia. Obedecí-. ¡Sigue a tu tío! -remachó.

Bien agarrada del brazo de mi marido, seguí al reverendo Starkweather y al vicario que le había ayudado en la ceremonia. Los dos clérigos nos condujeron a la sacristía. La iglesia estaba en uno de esos tristes y sombríos barrios de Londres que se extienden entre la City y el West End. 

INCIPIT 461. LOS VIEJOS AMIGOS / RAFAEL CHIRBES

Pienso que mientras que, aquí, los dedos del frío nos esperan a la salida del restaurante para pellizcamos, siguen creciendo las plantas y se abren las flores delante de mi adosado en Denia a pesar de lo avanzado de la estación, mediados de noviembre; o que el aire fue tenue la  pasada mañana y me envolvió con su respiración templada y húmeda mientras Pedrito aparcaba el coche ante mi casa y cargábamos el maletín que yo había preparado con un par de camisas, ropa interior, la bolsa de aseo, lo necesario para la excursión de dos días, al tiempo que él, de pie junto al coche, apoyando la mano derecha en la superficie de la puerta abatible del portamaletas, decía: “Es verdad que la casa es pequeña, pero tienes una vista grande.” Anotar en el cuadernito la sensación que me ha producido ese cielo azul intenso recorrido por nubes, como si hubiera un filtro en el paisaje y todo compusiera una secuencia de película: las ramas de los pinos pasando junto a la ventanilla del coche, la sierra pedregosa, pero en la que las primeras lluvias del otoño han puesto manchas verdes y en la que aún quedan pinedas que a simple vista apenas se distinguen, pero que, si uno se fija, descubre que ocupan buena

ALTA SOCIEDAD

De El cerco de Londres de Henry James, p.60
Sin embargo, volvió al Hotel Meurice, y en la siguiente ocasión llevó a Waterville con él. El secretario de Legación, que no estaba acostumbrado a tratar con damas de tal ambigüedad, estaba dispuesto a considerar a la señora Headway como representante de una clase muy curiosa. Temía que pudiera ser muy peligrosa; pero, en términos generales, se sintió seguro. El objeto de su devoción en aquel momento era su país, o por lo menos el Departamento de Estado no tenía ninguna intención de dejarse desviar de esa lealtad. Además él tenía su propio ideal de mujer atractiva: una persona de tono mucho más suave que esta brillante, sonriente, susurrante charlatana hija de los Territorios. La mujer que a él le gustaría sería reposada, con cierto gusto por la intimidad; a veces le gustaría dejarlo solo. La señora Headway hacía alusiones personales, familiares, íntimas; siempre estaba suplicando o acusando, pidiendo explicaciones y promesas, diciendo cosas a las que uno tenía que contestar. Todo ello acompañado de mil sonrisas y atenciones Y otras gracias naturales, pero el efecto general era algo fatigoso. Tenía sin duda un gran encanto, un deseo inmenso de complacer y una  maravillosa colección de vestidos y chucherías; pero estaba impaciente y preocupada, y era imposible que otras personas compartieran  su impaciencia. Si bien era cierto que ella quería entrar en la alta sociedad también lo era que no había ninguna razón para que sus visitantes solteros desearan verla allí; porque era precisamente la ausencia de los estorbos sociales habituales lo que hacía tan atractivo su salón. No cabía duda de que era varias mujeres en una, y que debería contentarse con esa especie de victoria numérica. Littlemore le dijo a Waterville que era una torpeza por parte de ella desear escalar las alturas, debería saber cuánto mejor estaba en su lugar, mas bajo. Parecía que la actitud de la señora Headway le irritaba  vagamente. 

DE SEBALD

De El mal de Montano de E.V-M., p.188-189
Sebald es un gran lector de Borges, de quien siempre alaba que supiera comprender muy temprano el error que supuso expulsar a la metafísica de la filosofía. Porque de hecho, dice Sebald, hay cosas que no nos podemos explicar fácilmente, y porque, más allá de lo social, forma parte de nuestra condición humana, antes más que ahora, mantener cierta relación con los que nos antecedieron. Recordar a los muertos es algo que nos distingue de la animalidad. Soy un espía y constante lector de Sebald, de sus largas caminatas a lo Robert Walser, de su exploración del mundo de los muertos, de sus incursiones fantásticas en el espacio de los excéntricos. Comentando el caso raro de los polacos de la estación periférica, dijo Sebald: “No son casualidades, sino que en alguna parte hay una relación que de cuando en cuando centellea por entre un tejido ajado.”

Estoy aquí en el Café Acinel, al anochecer, junto a los pasajeros de los ferrys, trabajando una vez más en este diccionario de escritores de diarios íntimos y tratando de relacionado con El mal de Montano, intentando recomponer el tejido ajado de esas relaciones entre los dos textos distintos, intentando que de nuevo algo centellee y nos recuerde que hubo en otros tiempos un tejido joven y perfecto, de hilo sereno y lenguaje lógico en el que carecían de sentido las casualidades porque todo era nítidamente casual. Pasa otra gaviota y esta vez no la sigo, me quedo dentro del mundo de Sebald, que me trae a la memoria otra casualidad, también posiblemente nada casual, que me dejó pensativo en febrero de este año en la isla de Faial, la noche en la que acabamos dejando el Café Sport y saliendo a la calle tras haber brindado por los muertos de las islas, por esa leyenda que dice que las alminhas se refugian en el fondo de los pozos y los patios y su voz es el canto de los grillos. Le gustaría a Sebald conocer esta leyenda de las Azores. Sigo sus paseos por el mundo de las ruinas, de lo muerto. Y también sus contactos con una estimulante tendencia de la novela contemporánea, una tendencia que va abriendo un territorio a caballo entre el ensayo, la ficción y lo autobiográfico: ese camino por el que circulan obras como Danubio de Claudio  Magris, por ejemplo, o como El arte de la fuga de Sergio Pitol.

LOS EUROPEOS SEGUN LOS CHINOS

De El Hijo del Cielo: crónica de los días soberanos de Victor Segalen
Los otros, los que no vienen de Corea, ni de Mongolia, ni del nuevo Kansu, ni de los montes K'uen-luen occidentales, son llamados bárbaros extranjeros --o diablos, por el pueblo--, pues son tan diferentes de los hijos de Han como los hombres  (si por tales puede tenérseles) lo son del tigre, y el tigre del dragón.
He aquí cómo pueden ser descritos. Grandes pelos en la barba. La frente, manchada de cabellos incultos, o bien demasiado depilados. Una nariz de la que se mostrarían orgullosos los elefantes que arrastran los carros. Una piel semejante a la de la quisquilla cocida. Cada uno de estos enviados (y son diez) pretende ser enviado por tal o cual gran reino de los anglos, de los francos, de los teutones, de los rusos y de otros que no tienen títulos definidos. Los anglos habitan en una isla extremadamente occidental, que abarrotan. Como no tienen arrozales ni campos disponibles, recorren los otros países intentando someter a los más débiles para comer de su hambre. Tienen el pelo rojo. Los teutones están hechos de brutalidad y rudeza. Tienen el pelo rubio. Las gentes del país franco se tienen por los más correctos y educados. Toman su exuberancia y su facundia por usos verdaderamente ceremoniosos. Están lejos de nuestros camelleros. Otros, que hablan unas veces el lenguaje franco y otras el de los teutones, participan de unos y otros. Ocupan, por lo visto, un pequeño distrito intermedio. Disponen de muchos lingotes. En cuanto a los hombres del país ruso, no se pueden considerar en el número de los muy-occidentales, pues habitan en el norte de Mongolia . Su proximidad al Imperio sin duda les ha ayudado a adquirir hábitos mejores.

Pese a todas las diferencias una costumbre los une: el respeto que manifiestan por el Emperador, vista su insistencia en verle, en prosternarse ante El, en ofrecerle tributo,  insistencia repetida día tras día. Una vez más, digamos que pese a sus diferencias, todos ellos son, no los hijos, sino los súbditos lejanos del Emperador Unico. Pueden contar (pese a sus defectos y, a veces, a sus rebeliones) con Su benevolencia. Quienes entre ellos pasen hambre serán saciados. Los que gobiernen mal, serán bien aconsejados. El Hijo del Cielo vierte los favores del Cielo sobre toda la tierra, incluso sobre los más y salvajes de sus lejanos súbditos.

¡SOLO ES UNA MUJER¡

De La ley y la dama de Wilkie Collins, p. 120-121
Apoyada en la ventana, evoqué otra noche luminosa en la que Eustace y yo paseábamos por el jardín de la vicaría antes de casamos; fue aquella noche, de la que ya he hablado, en la que surgieron serios obstáculos a nuestra boda y Eustace me ofreció liberarme del compromiso. De nuevo vi su rostro querido, mirándome a la luz de la luna. Una vez más oí sus palabras y las mías. “Perdóname, me había dicho él, por haberte amado apasionadamente, devotamente. ¡Perdóname y deja que me vaya”. Y yo le había contestado: “¡Eustace, sólo soy una mujer! ¡No me vuelvas loca! No puedo vivir sin ti, y voy a ser tu esposa¡. ¡Tengo que serlo¡ Y ahora,  después de que el matrimonio nos hubiera unido para siempre, ¡estábamos separados! Separados aunque nos amábamos más apasionadamente que nunca. ¿Y todo por qué? Porque él había sido acusado de un crimen que no había cometido y porque aquel condenado tribunal escocés había fracasado en el cometido de probar su inocencia.
Miré la luz de la luna, rodeada de recuerdos. Me quemaba un nuevo ardor. “¡No!, me dije. Ningún pariente, ningún amigo hará que le falle a mi marido. A partir de ahora, la única razón de mi vida será la proclamación de su inocencia. ¡Y comenzaré esta misma noche!
Bajé las persianas y encendí las velas. En aquella noche tranquila, estando sola y sin ayuda, di el primer paso en el arduo y penoso camino que tenía ante mí. Desde el titulo hasta la última página, sin un momento de descanso y sin saltar una sola línea, leí el informe oficial del proceso contra mi marido por el asesinato de su primera esposa.

PROUSTIANA

De los mejores amigos de Rafael Chirbes, p. 99
a una mujer que elige la ropa que va a ponerse esa primavera y que descubre que, entre las demás clientas, hay una desconocida que le sonríe y se acerca a ella para decirle que ese estampado le sienta muy bien, y se ofrece a acompañarla al probador, donde la ayuda a ajustarse la prenda en la cadera, y alisa la caída de la falda con la palma de la mano, y le da aire al vuelo con unos pequeños golpes, y luego se queda a su lado mientras paga y, una vez sobre la acera, la invita a un té en una elegante terraza del boulevard des Italiens. Pero no, esas cosas no fue el maestro de Pedrito quien nos las descubrió, eso fue Proust. Otro que blindó su habitación. Aunque a Proust creo que no lo ha leído jamás Pedrito. Tengo que preguntárselo luego, que no se me olvide. No acabo de imaginarme a Pedrito leyéndose a Proust. A Elisa, sí. Elisa sí que se leía a Proust. Pedrito ha hablado hace un instante de Elisa Redol. No he querido oírlo. «La pasión tritura, reduce a escombros ideologías, imágenes, fortunas», he oído que le decía a Lalo. Seguramente habla de sus fantasmas, del fantasma de su pasión por Elisa. Lo ha dicho un momento antes de levantarse para el brindis: «Por los que se pusieron de rodillas para tocar el cielo y hoy se arrastran; por los que yacen en una tumba que nadie visita; por los que pidieron que sus cenizas fueran esparcidas en una playa o al pie de un olivo, convencidos de que volvían a una tierra que poseía un orden que el hombre interpretaba con su razón.» Pedrito ha iniciado, copa en alto, un brindis que, cuando se ha puesto en pie para hablar, parecía que iba a limitarse a media docena de palabras, pero que luego ha ido alargándose y subiendo de tono. Está bastante borracho y su propia emoción alcohólica le impide descubrir el efecto que sus palabras nos producen. 

P. O RECUERDOS DE ADOLESCENCIA

De Los viejos amigos de Rafael Chirbes, p.11
Son pegajosos los sentimientos de infancia, por eso uno no acaba de librarse del todo de quienes los compartieron y, por eso, forman parte de ellos: sentimientos como chicles. Infancia y adolescencia, territorios pantanosos para los sentimientos, ni la solidez de la tierra ni la blandura del agua, territorios intermedios, aunque la adolescencia es semillero de desencuentros (“no, Carlos, no se puede confiar en ti. Venderías a Lenin por una buena  novela, por escribir una buena novela; a tu padre, si viviera, venderías”, me dijo; éramos jóvenes, ya no adolescentes. No he vendido a nadie, no he vendido nada que no fueran pisos). La adolescencia: Pedrito leyendo a Baudelaire y unos folletos que le traía en el doble fondo de la maleta y le traducía del alemán una novia de Hamburgo que se echó en Denia; folletos que daban indicaciones acerca de cómo confeccionar explosivos; poesía y revolución, la poesía un arma cargada de futuro; la revolución, un acto de amor: cómo volar un cuartel, la estatua de Franco de la Plaza del Caudillo de Valencia, la Cruz de los Caídos en la Puerta del Mar, el monumento a Calvo Sotelo, protomártir de la cruzada de liberación. Cómo volado todo. Ir una noche a la capital, a Valencia, y volado todo. Volarlo todo de noche. Decía Pedrito que la revolución es el mal de la noche. “Apréndelo, escritor. Si al menos tuvieras la rabia de Dostoievski”, me decía. Le gustaba llamarme así, escritor, y despreciaba lo que yo hada porque decía que era, sobre todo, bonito. «Estética», decía, y, además de a Dostoievski, me ponía como ejemplo Los siete locos, de Arlt. Decía: «ellos tenían rabia, furor en vez de estética)) y, al decirlo, parecía que a él mismo lo invadía una furia extraña, epiléptica. 

INCIPIT 460. LA ESTRELLA DE RATNER / DON DELILLO

SUBSTRATO
El pequeño Billy Twillig se subió a bordo de un 747 con rumbo a una tierra lejana. Esto se sabe a ciencia cierta. El hecho de que se subió al avión. El avión era un Sony 747, etiquetado como tal y programado para llegar a su punto de destino un número exacto de horas después del despegue. Todo esto es susceptible de verificación, marcado con guijarros (khalix, calculus), tan real como el número uno. Pero por delante quedaba el horizonte soñoliento, latiendo entre el polvo y los gases, una ficción cuyos límites venían determinados por la perspectiva de uno, un poco como esas cantidades imaginarias (la raíz cuadrada de menos uno, por ejemplo) que conducen a dimensiones nuevas.

El avión fue rodando hasta una pista de despegue remota. Billy iba sujeto con el cinturón a un asiento de ventanilla. A su lado, en la hilera de asientos dispuestos en formación 5-2-3- 2-5, iba sentado un hombre leyendo una revista de navegación deportiva, y al lado del hombre había una, dos y hasta tres niñas. Aquélla era toda la proximidad que a Billy le apetecía explorar de momento. Tenía catorce años y era más pequeño que la mayoría de los chicos de su edad. Si se lo examinaba de cerca, se podía encontrar en él una capacidad asombrosa de concentración

MATRIMONIOS

De La Sonata a Kreutzer de Lev Tolstoi, p. 91-92
-Y así vivíamos. Nuestras relaciones eran cada vez más hostiles. Y finalmente llegaron a tal extremo que no eran las diferencias las que provocaban la hostilidad, sino que era ésta la que daba lugar a las desavenencias; dijera lo que dijera mi mujer, de antemano yo estaba en contra, y lo mismo le ocurría a ella.
»Al cuarto año, decidimos, cada uno por su lado y en cierto modo sin proponérnoslo, que no éramos capaces de comprendernos ni de alcanzar un acuerdo. Y abandonamos todo intento de llegar a un acuerdo definitivo. En las cosas más sencillas, sobre todo si se referían a los niños, invariablemente nos quedábamos cada cual con su criterio.
»Tal como hoy lo recuerdo, las opiniones que yo defendía tampoco me eran tan caras como para no renunciar a ellas; pero ella tenía una opinión contraria, de manera que transigir significaba darle la razón. Cosa que yo no podía hacer. Y ella tampoco. Ella seguramente pensaba que siempre tenía toda la razón, y yo me consideraba un santo comparado con ella.
»Cuando nos encontrábamos los dos solos, casi siempre estábamos condenados al silencio o a mantener conversaciones que, estoy convencido, hasta los animales podrían mantener entre sí: "¿Qué hora es? Ya es hora de acostarse. ¿Qué hay para comer? ¿Adónde vamos? ¿Qué pone el periódico? Hay que llamar al doctor. A Masha le duele la garganta."
Bastaba con apartarse un ápice de este círculo de temas, estrechísimo a más no poder, para que brotara la irritación. Se producían choques y expresiones de odio por el café, el mantel, el carruaje, una jugada en una partida de cartas, asuntos todos que no tenían absolutamente ninguna importancia para ninguno de los dos.

»¡Al menos en lo que a mí se refiere, el odio que hervía en mí hacia ella era abrasador! Miraba a veces cómo llenaba la taza de té, balanceaba una pierna o se acercaba la cuchara a la boca y sorbía ruidosa el contenido en la boca, y la odiaba justamente por eso, como si se tratara de un crimen. Entonces no me daba cuenta de que los ataques de ira surgían en mí de modo regular y ordenado, en función de los períodos que llamábamos de amor. Un período de amor, otro de odio; un período enérgico de amor y un largo período de odio; una muestra más débil de amor y un breve período de enfado. Entonces no entendíamos que el amor y el odio eran el mismo sentimiento animal aunque tomado desde el otro extremo. Habría sido horroroso vivir de este modo si hubiésemos comprendido nuestra situación, pero ni la comprendíamos ni nos dábamos cuenta de ella.

MUJERES DE LONDRES EN EL SIGLO XIX

De La respuesta es no de Wilkie Collins, p. 61
La metrópoli de la Gran Bretaña es, en ciertos sentidos, cono ninguna otra metrópoli sobre la faz de la tierra. En la población que se agolpa en sus avenidas conviven los extremos de la Riqueza y los de la Pobreza. En las calles mismas, la gloria y la vergüenza de la arquitectura -la mansión y el tugurio- se alzan lado a lado como en ningún otro lugar del mundo. En lo que respecta a su dimensión social, Londres es la ciudad de los contrastes.
A la caída de la tarde, Emily salió de la estación terminal del ferrocarril en dirección al lugar de residencia en el que la pérdida de su fortuna había obligado a su tia a buscar refugio. Al acercarse a su destino, el coche pasó -merced al mero expediente de cruzar una calle- de un Parque bello y espacioso, rodeado de mansiones coronadas por estatuas y cúpulas, a una hilera de casas muy cercana a una zanja maloliente mal llamada canal. La ciudad de los contrastes: norte y sur, este y oeste; la ciudad de los contrastes sociales.
Emily ordenó detener el coche frente a la verja del jardín de una casa ubicada al final de la hilera. Al sonido de la campanilla acudió la única sirvienta que quedaba al servicio de su tia: la doncella de la señorita Letitia.

Esa excelente criatura era, en lo tocante a su apariencia, una de esas mujeres infortunadas cuyo aspecto parece indicar que la Naturaleza tenía la intención de hacerlas hombres  y cambió de idea en el último momento. La doncella de la señorita Leriria era alta, flaca y desgarbada. La primera impresión que producía su rostro era la de que tenía muchos huesos. Se alzaban en la frente, se proyectaban en las mejillas y alcanzaban su mayor desarrollo en las mandíbulas. Los ojos cavernosos de esa infeliz miraban, con inflexible obstinación e inflexible bondad, y con d mismo aire severo, a todos sus prójimos. Su ama (a cuyo servicio había permanecido durante más de un cuarto de siglo) la llamaba "Huesitos". Ella aceptaba ese apodo brutalmente justo como una muestra de afectuosa familiaridad que hada honor a una sirvienta. A nadie más le permitía tomarse semejantes libertades: para todos los que no fueran su ama, era la señora Ellmother.

JESUITAS

De La Estrella de Ratner de Don  DeLillo, p.201
[…] mientras está practicando el coito sexual-dijo el jesuita-. Es una actividad que ejerce presión sobre el corazón y provoca paradas cardíacas. El sexo no debería ser nunca furtivo. Eso causa todavía más presión. Si hay que practicarlo, se tiene que practicar con un cónyuge, en la cama y en medio de una atmósfera de amor y confianza mutuos. Hay que evitar la técnica. La técnica causa muchos problemas. La técnica puede matar. Si durante el coito se producen palpitaciones del corazón, hay que interrumpirlo de inmediato y pensar en los gusanos parásitos que infestan el canal anal. Es lo que denominamos contención análoga por medio de ideas. Si, al interrumpirte, no consigues ni por medio de la pura fuerza de voluntad ni de la imaginación cancelar el impulso de emitir, entonces has de efectuar tu emisión dentro de un vaso limpio o frasco de especímenes desinfectado y dejado junto a la cama a este fin. No te deshagas de tu emisión. Llévasela de inmediato a tu esposa y ayúdala en la ingesta uterina inmediata y directa de tu emisión, valiéndote de cualquier medio no mecánico que sea necesario para garantizar que la fertilización no quede impedida. Se trata de distinciones sutiles pero emocionantes. Si el derrame de tu emisión es voluntario, como fin o como medio, habrás cometido el mayor de los pecados.

LA POBREZA DE NABOKOV

De Vladimir Naboko: los años rusos 
Al regresar a Berlín se alojaron durante una breve temporada en un lugar cuya patrona guardaba el teléfono en un baúl que siempre cerraba con llave. Las llaves y las cerraduras parecían elementos grotescos peculiarmente berlineses (llaves para tu propia habitación, llaves para salir por la puerta de la calle de noche: no es extraño que interpreten un papel tan importante en La dádiva), pero un teléfono guardado bajo llave era demasiado y los Nabokov se fueron. Se instalaron en una espaciosa habitación en el piso de un hombre que tenía dos hijos retrasados. Una noche, cuando se sentaron para cenar lo que la doncella acababa de servirles en su habitación, entró un desconocido y preguntó: «Qué hacen ustedes aquí? Esta habitación la pago yo.» «No, la pagamos nosotros», respondieron ellos. Resultó que el casero la había alquilado por segunda vez a los Nabokov, que, de todos modos, ya se alegraron de irse.

Cuando alquilaron dos habitaciones en el número 12 de la Passauer Strasse encontraron unos caseros mucho más agradables en los Von Dailwitz: él era un alemán báltico que hablaba ruso y ella alemana pura. Los Nabokov permanecieron allí dos años. Desde sus habitaciones podían ver a los amigos que frecuentaban un restaurante ruso en la acera de enfrente, y unas cuantas puertas más arriba había una librería rusa donde Nabokov gustaba de pasar el rato hojeando libros. Más adelante recordaría que ni una sola vez pagó un libro en Berlín y que, en vez de ello, leía poco a poco volúmenes enteros en las librerías.

LA MUERTE DE K

De El mal de Montano de Vila-Matas, p.260
Llegas a ese modesto edificio, al 187 de Hauptstrasse de Kierling, un pequeño pueblo cerca de Klosterneuburg. En él, el3 de junio de 1924, murió Kafka cuando el lugar era el sanatorio del doctor Hoffman. Ahora es una casa de viviendas y has llegado fácilmente a ella gracias a que hallaste la dirección exacta en Danubio, el lugar está bastante igual a como en ese libro lo describe Magris tras su visita allá por los años ochenta. La habitación de Kafka daba al jardín, en la primera planta. Era un cuarto muy adornado con flores. En esa primera planta, en el espacio exacto en el que murió Kafka, una vieja dama muy amable te deja pasar a su vivienda para que veas desde el balcón el jardín de abajo. La señora va vestida con una especie de camisón blanco recamado de marfil, casi parece que se hubiera vestido para recibirte. En el jardín ahora hay una barraca de madera llena de carretillas y hoces. Desde su mecedora, Katka contemplaba ese jardín, fue el último jardín que vio. Ladra el perro de una casa vecina, intentas imaginar este paisaje en invierno, con el cielo gris de hielo y manchas de nieve. Estás algo impresionado, estás en el lugar exacto donde Kafka se despidió de la vida. Según cómo mires, puedes ver lo que veía él al final de sus días. “Veía, escribe Magris, aquel verde que se le escapaba, o sea el florecer, la estación, la linfa que en cambio el papel le absorbía del cuerpo, desecándolo en una sensación de pura e imponente aridez.”
-¿Tomará el té conmigo, señor Walser? -te propone la amable señora.
Le dices que por supuesto y que estás encantado de su hospitalidad. Aquí murió Kafka, piensas. Y piensas que si se lo dijeras a la señora, te diría que también piensa morirse ella ahí. Y recuerdas otra frase de Magris sobre esta habitación: Aquí hemos muerto realmente Todos, como en las sacras representaciones medievales.

Cuando te sirve el té, le preguntas si ha leído a Kafka.

COSAS DEL REVES

De La Estrella de Ratner de Don Delillo, p.103
-¿Y usted cree que la atosiga porque las cosas que están del revés no deberían producir placer? -El cicloide es geometría. No sé por qué tenemos que mezclarlo con el sexo. La verdad es que no salgo de mi sorpresa por no haberte encontrado en la cama. Matemáticas y dolor. Reposo en cama y meditación. Debilitarte con cada hora que pasa. Lloriquear y gimotear sumido en la fatiga iridiscente de tu genialidad. La oyó hablar de la fiesta de despedida. Era como un monólogo sobre el insomnio. O como el insomnio mismo. No es que a él le importara. No tenía ningún deseo particular de ponerse a trabajar otra vez en el código. Y resultaba  agradable tener a una mujer en su habitación, aunque estuviera demasiado perjudicada por la fiesta para escribir un episodio de libertinaje en la historia de Billy. No obstante, más allá de la presencia de Soma Tobias, sin embargo, más allá de su voz, más allá de los objetos de aquella habitación y de la habitación en sí, más allá de todo aquello, se encontraba el trazado de una línea de color azul claro, la ubicación de un punto provisto de cierto grado de libertad. Azul sobre blanco. Figuras y movimientos. Pulsaciones zumbando a través de la anestesia de las cuatro dimensiones coordinadas. ¿Acaso tenía que buscar una ecuación y estirar su marco de variables a través de una gráfica interestelar? Podía valer la pena explorar aquello. Método axiomático. Un movimiento fugaz fiel a otro. El sistema de coordenadas había permitido que el cálculo fuera imaginable, mientras que aquel estudio de la suma no secuencial de la naturaleza fluida había nutrido el crecimiento de las matemáticas modernas. Billy vio cómo forzaba sus propias fronteras. Coordenadas que ascendían a n. El espacio de la naturaleza y el suyo. Aumentar de tamaño por medio del añadido de material gracias a la asimilación. Ampliarse o intensificarse. ¿Contra qué crecían las matemáticas? No contra la naturaleza, sino contra la imaginación. Y, sin embargo, cuando traspasaba las fronteras, ¿acaso regresaba al mundo físico? Leyes fundamentales. 

DEL ORIGEN DEL UNIVERSO

De La Estrella de Ratner de Don Delillo, p. 114
-Los hombres se encogen en el espacio -dijo-. Tenemos siluetas de rayos X y fotografías estereoscópicas que lo demuestran. A los astronautas se les encoge literalmente el corazón. También los miembros y el torso. Porque en el espacio nada tira del hombre. No hay ansia. No hay esa succión y deglución universal. Sus músculos pierden tono. Se les acumula la sangre en los sitios equivocados. Se les trastornan las sustancias químicas del cuerpo. En suma, allí no  existe esa poesía del desplome de la materia. El ansia lo es todo. Todo ansía. Sin ansia, los huesos pierden calcio. Sin ansia, el potasio se esfuma. Antes se pensaba que la materia se desplomaba. En el principio, la materia se desplomó. Se desplomó de manera uniforme. Desplomarse formaba parte de la naturaleza de la materia. El movimiento uniforme de la materia al desplomarse quería decir que no había interacción entre partículas. Que ninguna fuerza intervenía para interrumpir el desplome uniforme y absolutamente hermoso de todas las cosas del universo. Pero a continuación se produjo un viraje, según se creía. Algo, o quizá todo, recibió un suave empujón que le infundió el más imperceptible de los virajes. Dos partículas se tocaron con suavidad y se adhirieron durante el más imperceptible de los instantes. Aquella interacción al azar fue el origen del universo tal como hoy lo conocemos y lo tememos. No obstante, en este antiguo poema de la materia en desplome no hay nada que descarte la idea de que la materia se sigue desplomando. Ahora se cree que la materia está organizada, es interactiva y está guiada por fuerzas bien definidas, y, sin embargo, en todo el canon científico no hay ninguna evidencia que disipe la impresión poética de que la materia ahora organizada se está desplomando constantemente, que es lo mismo que dije en la frase anterior, si me estabas escuchando. Desplomarse forma parte de la naturaleza de los objetos. El universo entero se está desplomando . Ese es el sentido de los sueños en los que nos zambullimos eternamente. 

CULTURA Y BARBARIE



De Sobre el concepto de historia de WBenjamin (Obras I, 2, p. 309)
El botín es arrastrado en medio del desfile del triunfo. Y lo llaman bienes culturales. Éstos han de contar en el materialista histórico con un observador ya distanciado. Pues lo que de bienes culturales puede abarcar con la mirada es para él [...] de una procedencia en la que no puede pensar sin horror. Su existencia la deben no ya sólo al esfuerzo de los grandes genios que los han creado, sino también, sin duda, a la servidumbre anónima de sus contemporáneos. No hay documento de cultura que no lo sea, al tiempo, de barbarie.

20 AÑOS DE SOLEDAD

De Un mundo deslumbrante de Siri Hustvedst, p.103
Cuando mi madre vio la película comentó que Esperanza parecía creer en una forma de pampsiquismo: Me explicó que es una teoría que sostiene que lo psíquico constituye un atributo fundamental del universo y que existe en rodas las cosas, desde las piedras hasta las personas. Dijo que Spinoza compartía esta doctrina y que era una "postura filosófica perfectamente legítima». Esperanza no sabía nada sobre Spinoza. Ya sé que me estoy yendo por las ramas con el asunto de mi película, pero si la menciono es porque me parece importante. Mi madre creía, y yo también creo, que hay que mirar las cosas con detenimiento, porque después de un rato lo que pensabas que estabas viendo ya no es para nada lo que  c creías estar viendo en un principio. Mirar con detenimiento a cualquier persona u objeto los convierte en algo que se va tornando cada vez más extraño, tras lo cual verás más y más. Con mi película sobre esa mujer solitaria yo quería romper los clichés visuales y culturales, presentar un retrato íntimo y no una obra de voyeurismo malicioso sobre el horrible hábito de acumular porquerías.

Mis padres habían visto la proyección de Esperanza por primera vez en un pase privado en 1991 . Mi padre fue muy cortés, pero creo que le apenaron mucho las imágenes de la miseria   en la que vivía aquella mujer. El tema de la película le pareció “difícil”. También comentó que le alegraba que el celuloide no captase los olores. Tenía razón. El apartamento de Esperanza apestaba. A mi madre le encantó la película y, aunque siempre me alentaba en rodos mis proyectos, me di perfecta cuenta de que su entusiasmo era auténtico. La reticencia de mi padre me dolió y supongo que volver a sacar el tema de Esperanza años después, durante una cena, tenía algo de desafío. Quería demostrarle a mi padre que yo era muy consciente de lo que escaba haciendo cuando filmé la película, que yo tenía un punto de vista estético. Oscar habló de la necesidad de acumular, de la ansiedad y del trastorno obsesivo-compulsivo, y mi padre comentó divertido que dos años después de ver mi película vio Veinte años de soledad de Anselm Kiefer, una obra compuesta de pilas de libros y papeles manchados con el  semen del artista, y que se había acordado de mi película. 

ANNA O

De Un mundo deslumbrante de Siri Hustvedst, p.78
Pienso en Bertha, Bertha Pappenheim, alias Anna O. Es alarmante lo que imaginamos y lo que podemos hacer con la imaginación. EJla, Anna 0., recibe al doctor Breuer, el médico que supuestamenre la había curado mediante el método catártico, el primer caso de cura por la palabra, aunque fue Bertha quien dio nombre al método, no él. Ella le puso nombre. El colofón lo brinda Freud en una carta a Srefan Zweig: Cuando Breuer entra en la habitación, encuentra a Bertha sujetándose el vientre y retorciéndose de dolor. ¿Qué sucede?, pregunta él. ¿Qué ha pasado? Y ella responde: Estoy a punto de dar a luz al hijo del doctor B. Es la cosa que han hecho juntos. Miradla. El buen doctor huye horrorizado. El buen doctor no huye horrorizado. Es un mito. Reescribieron la historia de Bercha. Ella reescribiría la de ellos. Con coraje. 1

l. Bertha Pappenheim es el verdadero nombre de la paciente a la que Josef Breuer llamó Anna O. y cuyo caso figura en Estudio sobre la histeria (1895). Sus síntomas incluían tics nerviosos, dolor facial, pérdida de visión, fallos de memoria e incluso incapacidad temporal para hablar en su lengua materna, el alemán. El tratamiento de: Breuer incluía, además de otros métodos, el permitir que la paciente hablase y le contase historias. Pappenheim fue quien acuñó el  término inglés the talking cure (la cura por la palabra ). En el estudio publicado sobre el caso, Anna O. acaba curándose, pero la verdad es mucho más complicada. Breuer derivó a su paciente a un sanatorio suizo. Pappenheim todavía sufría síntomas de histeria, aunque menos drásticos que ames del tratamiento con Breuer, y era adicta a la morfina y al hidrato de cloral.  Tras salir del sanatorio, Benha fue internada tres veces más durante el transcurso de los siguientes cinco años. Freud escribe en su carta a Zweig:  Sólo más tarde pude conjeurar lo que en realidad le había sucedido a la paciente de Breuer, mucho después de un distanciamiento en nuestra relación, cuando de pronto recordé algo que Breuer me había contado en una ocasión [ ... ] El mismo día en que habían desaparecido todos los síntomas de la paciente, ésta volvió a llamar a Breuer por la tarde: y cuando él entró en la sala encontró a Bertha confusa y retorciéndose debido a fuertes dolores  en el vientre. Cuando el doctor le preguntó qué le pasaba, ella contestó: "¡Estoy a punto de dar a luz al hijo del docror B!"  Gracias a ese recuerdo Freud deduce que Anna O. sufrió un embarazo histérico y que fue el carácter sexual de esos síntomas lo que provocó el temor y la huida de Breuer. «Reescribieron la historia de Bertha. Ella reescribiría la de ellos. Con coraje trata sobre la etapa posterior de la existencia de Pappenheim como activista feminista. En 1888 Pappenheim abandonó la vida que llevaba como judía ortodoxa en los círculos de la alta burguesía de Viena y viajó por Europa del Este luchando por los derechos de las mujeres judías y publicando trabajos sobre el tema. 

20 AÑOS NO ES NADA

De Un mundo deslumbrante de Siri Hustvedst, p. 105
Mis padres no estaban de acuerdo respecto a las manchas de semen. Mi madre se planteaba por qué había que rechazar el aspecto personal de la obra, por qué considerar que la  masturbación de un hombre, su soledad y tristeza eran ajenos al arte. Fue muy enfática. Dijo que había que distinguir entre lo que uno veía (manchas) y su identificación como residuo humano. A mi padre todo aquello de las manchas le parecía excesivo y repugnante. Oscar, que suele ser bastante flemático, dijo que por lo que estaba oyendo, la obra parecía una estupidez, una verdadera estupidez. Yo dije que no estaba segura. No había visto la exposición. Lo cual significa que mi madre era la única que defendía el semen frente a dos hombres que llevaban años produciéndolo regularmente. Recuerdo que pensé que era una suerte que las emisiones de ambos hubieran dado en el blanco, por lo menos un par de veces. Mi madre se fue exaltando e irritando cada vez más y hablaba sin parar. La técnica habitual de mi padre era la de cambiar de tema, lo cual sólo servía para aumentar la furia de mi madre, que acababa gritando: «¿Por qué no me contestas?" Por entonces yo tenía veintiséis años, estaba casada y embarazada, e incluso a esas alturas de mi vida me resultaba intolerable aquella tensión entre mis padres. Mi madre se empeñaba en continuar con su defensa apasionada mientras mi  padre, incómodo, paseaba la mirada por la habitación y deseaba para sus adentros que ella se callara de una vez. He presenciado esa misma escena miles de veces y he sentido cómo mi propia ansiedad iba en aumento hasta sentir que iba a explorar en pedazos. Por supuesto, allí ya no se estaba hablando del semen de Anselm Kiefer. Después de tantos años de matrimonio mis padres continuaban malinterpretándose mutuamente

INCIPIT 459. LA LECCION DE ANATOMIA / MARTA SANZ

EL DIA DEL PARTO DE MI MADRE

El día que mi madre me habló de la experiencia de su parto decidí que nunca tendría hijos. Fue mucho más gráfica la descripción de su parto que la apología de mi nacimiento, aunque ella insistiese en que yo era la niña más hechita de cuantos bebés había tenido la oportunidad de ver de cerca. Mi madre, cuando narra, tiende a ser minuciosa; en cuanto a mí, siempre he sabido escuchar y soy mucho más impresionable de lo que a simple vista pudiera parecer. No recuerdo exactamente la edad a la que se lo pregunté y ella me respondió. Me acuerdo, eso sí, de que yo ya tenía clara la idea del cómo: los huevos, las semillas, el quererse mucho, el no tomarse la pastilla -a propósito-, los besitos, las flores abiertas y la lubricación natural, las cáscaras rotas, los niños-pez y los espermatozoides nadadores. Tampoco recuerdo si el relato fue la respuesta a mi curiosidad o si mi madre tomó la iniciativa. Sin embargo, sí puedo fijar el instante en el que formulé en voz alta el primer mandamiento de mi declaración de principios: a los once años y delante de mis amigas, juré solemnemente que nunca sufriría un parto y, por ende, nunca sería una madre. 

DE LA VENGANZA

De Un mundo deslumbrante de Siri Hustvedst, p.138
Todo deseo de venganza surge del dolor causado por la impotencia. Yo sufro se convierte en Tú sufrirás. Y no nos engañemos: la venganza es estimulante. Nos centra y nos anima y anula el dolor porque vuelve la emoción del revés. Con el dolor nos hacemos añicos. Con la venganza nos recomponemos y consolidamos en una sola arma afilada que apunta hacia un objetivo.  Aunque a la larga es destructiva, durante un corto tiempo la venganza puede llegar a ser muy útil.

Aquella tarde le conté a Harry una historia que me pareció que guardaba cierta relación con todo aquello. Una vez tuve una paciente a la que habían agredido brutalmente en la calle  cuando tenía once años. Un hombre la había atacado cuando volvía a casa andando después de visitar a una amiga en el Upper West Side. No fue un atraco; el agresor saltó sobre ella con un cuchillo, le cortó el cuello y la dejó tirada en la acera desangrándose. Estuvo a punto de morir. Mi paciente afirmaba no sentir ninguna sed de venganza contra su agresor. Pero años más tarde un novio la dejó y no podía dejar de fantasear con todo tipo de cosas horribles que le pasarían a su ex pareja. Imaginaba que él tenía un accidente de coche o esquiando, que sufría una caída terrible, que padecía unas enfermedades espantosas o que era víctima de explosiones súbitas, tragedias todas a las que lograba sobrevivir, pero quedaba desfigurado y paralítico. Lisiado para toda la vida, él acababa inevitablemente reconociendo que ella era el gran amor de su vida y que sin ella nada tenía sentido. 

DE LAS MUJERES

De La sonata a Kreuzer de Lev Tolstoi, p. 50-51
 -Como usted sabe-empezó mientras guardaba en el saco el azúcar y el té-, el dominio de las mujeres que el mundo padece viene de todo esto.
-¿Cómo que el dominio de las mujeres?-dije-.  Si los derechos, si las ventajas de los derechos corresponden a los hombres.
-Eso es, sí, sí, eso mismo-me interrumpió Pózdnyshev-. Eso mismo le quiero decir. Lo que yo le  digo es que justamente esto explica este extraordinario fenómeno. Pues, por un lado, como es  bien sabido, la mujer ha sido relegada al grado más bajo de humillación y, por otro lado, ella nos domina. Ocurre lo mismo que con los judíos; del mismo modo que ellos con su poder sobre el dinero se resarcen de su opresión, pues igual hacen las mujeres. "¿De manera que ustedes quieren que seamos únicamente comerciantes? Muy bien, seremos comerciantes y os dominaremos"-, dicen los judíos. "¿De manera que quieren ustedes que sólo seamos un objeto de los sentidos? Muy bien, pues como tal objeto de los sentidos os esclavizaremos", dicen las mujeres. La carencia de derechos en la mujer no estriba en el hecho de que ella no pueda votar o ser un juez (dedicarse a estos menesteres no constituye ningún derecho), sino en ser igual que el hombre en el trato sexual, en tener derecho a disfrutar de los hombres o a abstenerse de su trato según deseen, a escoger a su antojo al hombre que quiera y no ser únicamente ella la elegida. Usted dirá que esto es indecente. De acuerdo. Entonces que el hombre tampoco goce de este derecho. Porque ahora es la mujer la que está privada del derecho que tiene el hombre. Y la cosa es que justamente para resarcirse de este derecho ella actúa sobre los sentidos del hombre y mediante los sentidos lo subyuga, de manera que parece que sea él quien elija, cuando en realidad quien elige es ella. Y, una vez ha dominado este sistema, luego ya abusa de él y así adquiere un poder terrible sobre los hombres.
-¿Y dónde ve usted este gran poder?-pregunté.

-¿El poder, dónde? En todas partes, en todo. Paséese usted por las tiendas de cualquier gran ciudad. Y verá millones; la verdad es que es incalculable el trabajo que los hombres han invertido allí. Pero, fíjese usted, ¿en el noventa por ciento de estas tiendas hay al menos algo de uso masculino? Todo el lujo de la vida es demandado y mantenido por las mujeres. Cuente usted todas las fábricas. Una enorme parte de ellas elabora adornos inútiles, carruajes, muebles, juguetes para las mujeres. 

ANALISIS DE LA SITUACION

De Un mundo deslumbrante de Siri Hustvedt, p.47
Echan escribía relatos y dirigía su propia revista, que era muy pequeña, The Neo-Situationism- Bugle, con Leonard Rudnitz.ky, su viejo amigo de Oberlin College. Mi hijo hablaba muchísimo de la mercantilización y su espectáculo, de la alienación y del visionario Guy Debord, quien le servía de héroe romámico.1 Ethan no parecía entender la hipérbole del hombre, sólo que su pensamiento se había hecho realidad en Internet: Todo lo vivido directamente se transforma m imagen. ¿Y qué pasa con un dolor de estómago?
Mi hijo, el revolucionario, era muy reservado en cuanto a su vida privada (chicas) y me daba la impresión de que estaba un poco enfadado conmigo por haber emprendido una nueva vida a mi edad. Sospecho que le parecía levemente indecente y una especie de traición a la memoria de su padre, aunque no pudiera decirlo. Me temo que se encontraba alienado de sí mismo. El niño que solía esconderse en el armario con sus rígidos soldaditos para inventar sus batallitas y treguas había crecido. No podía recordar cuando era bebé y su madre recorría la habitación  acunándolo en brazos durante horas mientras le canturreaba bajito al oído porque le costaba mucho dormir. Pero también es cierto que ninguno de nosotros recordamos nuestra primera infancia, esa edad arcaica bajo el dominio de una madre gigante.

1. Guy Debord {1931-1994), autoproclamado líder de la Internacional Situacionista (IS) fundada en 1957. Este pequeño grupo de artistas e intelectuales parisinos (nunca llegó a tener más de doce miembros) buscaba integrar el arte y la vida en un todo indivisible y eliminar la distinción entre actor y espectador. Hacia la década de 1960 la crítica anticapitalista del grupo, inspirada por el movimiento anarquista, rebasó los límites artísticos abarcando la sociedad en general. En su obra más célebre, La sociedad del espectáulo, publicada en I 967, Debord sostiene que la vida está dominada por las imágenes, que éstas se han convertido en la “moneda” de una sociedad que crea de continuo “pseudonecesidades” en la población. El grupo se disolvió en 1972 debido a conflictos internos. En 1994 Debord se suicidó. A pesar de que su obra, así como la de los situacionistas, nunca recibió atención alguna por parte de la prensa francesa, Debord cobró gran notoriedad tras su muerte.

¡¡¡DISCURRE¡¡¡

De La lección de anatomía de Marta Sanz, p.97-98
Cuando acaban los cursos, por mi obcecación y por una disciplina que mis maestras no entienden, considerando las disipaciones de mi hogar, ocupo siempre el pupitre que originalmente le correspondía a María Beneyto. Mientras ella ha sido desplazada al que está detrás de mí. Recuerdo la frase preferida de las profesoras para definir el buen rendimiento de una niña:
-Es muy aplicada.
Era lo mejor que podían decir de ti. La curiosidad, la inquietud, la rebeldía, la imaginación no constituían valores y sin embargo, yo aprendí mucho a lo largo de esos años y a menudo me pregunto si esa educación no fue la mejor que podía haber recibido. Qué hubiera sido de mí si hubiese asistido a un colegio caro, creativo y liberal; tal vez, me habría enganchado a la heroína y ahora sería diseñadora de joyas, regentaría una casa rural y la mala  conciencia me impediría hacer lo que deseo, es decir, lo que racionalmente he decidido y que ramo choca con lo que se supone ·que debo desear. Conozco  muchos de estos casos, pero ahora aún permanezco sentada en el pupitre del colegio, mientras María se resigna a estar en el banco inmediatamente posterior al mío, consciente de que, después de las clases, cuando vamos a ver a su ría, ella es más lenta aunque también más minuciosa. María es una niña aplicada, pero le cuesta acabar las tareas porque le falta el otro ingrediente fundamental para el aprendizaje:
-¡María! ¡Discurre! Es que no discurres nada. Discurre, María, discurre, que no es tan complicado ...

Discurrir es buscar caminos. Hay que aplicarse, hay que repetir, hay que memorizar y que mimetizarse, hay que destacarse sin subvertir el orden establecido, pero también hay que  discurrir. Las señoritas nos daban buenos consejos quizá sin darse cuenta.

LA FABULACION

De Un mundo deslumbrante de Siri Hustvedt, p.161
HARRIET BURDEN
Cuaderno B
15 DE ENERO DE 2000
El examen de conciencia da como resultado la fabulación.
La fabulación es la falsificación plenamente consciente de la memoria  episódica, a menudo asociada a la amnesia, en otras palabras, paramnesias relatadas como eventos reales. 1

l. Una definición habitual de fabulación en neurología. Algunos pacientes con lesiones cerebrales llenan las lagunas de la memoria con historias y explicaciones construidas inconscientemente. Para Burden la fabulación abarca territorios más allá de la patología, relacionándola con la capacidad de metamorfosis de la memoria en general. En el Cuaderno U Burden trata en profundidad el mito de que la memoria es algo fijo. Cita el capítulo 11 de la Psicología (1896) de William James: “Afirmar que una "idea" existe en nosotros de forma  permanente e inmutable y que en intervalos periódicos la sacamos a relucir bajo las candilejas de la conciencia es defender una entidad igual de mitológica que la Sara de Bastos.» Burden cita los estudios de Henri Bergson sobre la memoria y llama a Bergson “el enemigo de toda división estática, de todo límite y categoría”. También cita múltiples ensayos sobre neurociencia. “La demostración de la vulnerabilidad de la memoria durante su estado activo reafirma la idea de que los recuerdos se reorganizan en función de las nuevas experiencias y,  por lo tanto, están sometidos a un proceso de reconsolidación”. S. ] . Sara, “Retrieval and Reconsolidation: Toward a Neurobiology of Remembering”

SIN NOTICIAS DE ROSA

07.00 Decido salir en busca de Gurb.
Antes de salir oculto la nave para evitar reconocimiento e inspección de la misma por parte de la fauna autóctona. Consultado el Catálogo Astral, decido transformar la nave en cuerpo terrestre denominado vivienda unifamiliar adosada, calef. 3 dorm. 2 bñs. Terraza. Piscina comunit. 2 plzs. Pkng. Máximas facilidades.
07.30 Decido adoptar apariencia de ente humano individualizado. Consultado Catálogo, elijo el condeduque de Olivares.
07.45 En lugar de abandonar la nave por la escotilla (ahora transformada en puerta de cuarterones de gran simplicidad estructural, pero de muy difícil manejo), opto por naturalizarme allí donde la concentración de entes individualizados es más densa, con objeto de no llamar la atención.
08.00 Me naturalizo en lugar llamado Diagonal-Paseo de Gracia. Soy arrollado por autobús número 17 Barceloneta-Vall d’Hebron. Debo recuperar la cabeza, que ha salido rodando de resultas de la colisión. Operación dificultosa por la afluencia de vehículos.
08.01 Arrollado por un Opel Corsa.
08.02 Arrollado por una furgoneta de reparto.
08.03 Arrollado por un taxi.
08.04 Recupero la cabeza y la lavo en una fuente pública situada a pocos metros del lugar de la colisión. Aprovecho la oportunidad para analizar la composición del agua de la zona: hidrógeno, oxígeno y caca.
08.15 Debido a la alta densidad de entes individualizados, tal vez resulte algo difícil localizar a Gurb a simple vista, pero me resisto a establecer contacto sensorial, porque ignoro las consecuencias que ello podría tener para el equilibrio ecológico de la zona y, en consecuencia, para sus habitantes.

Los seres humanos son cosas de tamaño variable. Los más pequeños de entre ellos lo son tanto, que si otros seres humanos más altos no los llevaran en un cochecito, no tardarían en ser pisados (y tal vez perderían la cabeza) por los de mayor estatura. Lo más altos raramente sobrepasan los 200 centímetros de longitud. Un dato sorprendente es que cuando yacen estirados continúan midiendo exactamente lo mismo. Algunos llevan bigote; otros barba y bigote. Casi todos tienen dos ojos, que pueden estar situados en la parte anterior o posterior de la cara, según se les mire. Al andar se desplazan de atrás a delante, para lo cual deben contrarrestar el movimiento de las piernas con un vigoroso braceo. Los más apremiados refuerzan el braceo por mediación de carteras de piel o plástico o de unos maletines denominados Samsonite, hechos de un material procedente de otro planeta. El sistema de desplazamiento de los automóviles (cuatro ruedas pareadas rellenas de aire fétido) es más racional, y permite alcanzar mayores velocidades. No debo volar ni andar sobre la coronilla si no quiero ser tenido por excéntrico. Nota: mantener siempre en contacto con el suelo un pie – cualquiera de los dos sirve- o el órgano externo denominado culo

INCIPIT 458. LA SONATA A KREUZER / LEV TOLSTOI

Eso era a principios de primavera. Llevábamos el segundo día de viaje. Los pasajeros que realizaban trayectos cortos entraban y salían del vagón, pero tres venían, como yo, desde el mismo punto de partida del tren: una dama fea y mayor, fumadora, de rostro atormentado, con un abrigo algo masculino y un sombrerito; un conocido de la dama, parlanchín, de unos cuarenta años, con un equipaje cuidado y nuevo; y otro señor, que se mantenía al margen, de estatura baja y movimientos bruscos; no era aún viejo, pero su pelo rizado dejaba ver unas canas evidentemente prematuras, y sus ojos inusitadamente brillantes saltaban veloces de un objeto a otro. Llevaba un abrigo viejo, de sastre caro, con un cuello y un gorro de astracán. Bajo el abrigo, cuando se lo desabrochaba, se veían un chaleco plisado y una camisa rusa con bordados. El señor tenía además otro rasgo peculiar: de vez en cuando emitía unos sonidos extraños, algo parecidos a una tos o a una risa que, tras explotar, de pronto se apagaban. Durante todo el viaje este señor había evitado a toda costa cualquier contacto y trato con el resto. 

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