Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

LA MUERTE DE KAFKA

De Kakfa, de Pietro Citati, p. 352-353

Muchos años antes había dicho que «se sentiría contento de morir» si no fuera a tener muchos dolores. Pero los dolores fueron terribles, y quizá quería seguir viviendo. La mañana del 3 de junio pidió morfina, y le dijo a Robert Klopstock: «Lleva usted prometiéndomela hará ahora cuatro años. Me tortura usted, siempre me ha torturado. No quiero hablar más. Es así como moriré». Le pusieron dos inyecciones. Tras la segunda, dijo: «No se burle de mí. Deme un antídoto. Máteme, o es usted un asesino». Cuando le dieron morfina, fue feliz. «Está bien,  pero otra vez, otra, pues no hace efecto». Se adormeció lentamente, se despertó en un estado de confusión. Klopstock le sostenía la cabeza, él le tomó por su hermana Elli: «Apártate, Elli, no estés tan cerca, tan cerca no ... ». Luego, con un gesto brusco e inhabitual, ordenó a la enfermera salir: se arrancó violentamente la sonda, y la arrojó en medio de la estancia: «Basta ya de esta tortura. ¿Para qué prolongarla?». Cuando Klopstock se alejó de la cama para limpiar   la jeringuilla, Kafka le dijo: «No se vaya». «No me voy», respondió Klopstock. Con voz  rofunda, Kafka prosiguió: «Soy yo quien se va».

SOBRE LA TRADICION Y EL PLAGIO

Es una revelación cotejar el don Quijote de Menard con el de Cervantes. Este, por ejemplo, escribió (Don Quijote, primera parte, noveno capítulo) :
.. .la verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir .
Redactada en el siglo diecisiete, redactada por el «ingenio lego» Cervantes, esa enumeración es un mero elogio retórico de la historia. Menard, en cambio, escribe:
.. .la verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir.
La historia, madre de la verdad; la idea es asombrosa. Menard, contemporáneo de William  James, no define la historia como una indagación de la realidad, sino como su origen. La verdad histórica, para él, no es lo que sucedió; es lo que juzgamos que sucedió. Las  cláusulas finales –ejemplo  y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir- son descaradamente  pragmáticas. También es vívido el contraste de los estilos. El estilo arcaizante de Menard -extranjero al fin- adolece de alguna afectación. No así el del precursor, que maneja con desenfado el español corriente de su época.

No hay ejercicio intelectual que no sea finalmente inútil. Una doctrina filosófica es al principio una descripción verosímil del universo; giran los años y es un mero capítulo --cuando no un párrafo o un nombre- de la historia de la filosofía. En la literatura, esa caducidad final es aún más notoria. El Quijote -me dijo Menard- fue ante todo un libro agradable; ahora es una   ocasión de brindis patrióticos, de soberbia gramatical, de obscenas ediciones de lujo. La gloria es una incomprensión y quizá la peor.

BARTEBLYS

De El héroe discreto de Mario Vargas Llosa, p.275

¿Siempre habría sido así? ¿También de niña? No se atrevió a preguntárselo. Pero había comprobado que, con el paso de los años, ese prurito, manía o fatalidad, se acentuaba, al extremo de que Rigoberto, algunas veces, pensaba estremeciéndose que tal vez llegaría el día en que Lucrecia, con la misma benignidad del personaje de Melville, contrajera la letargia o indolencia metafísica de Bartleby y decidiera no moverse más de su casa, a lo mejor de su cuarto y hasta de su cama. «Miedo a dejar el ser, a perder su ser, a quedarse sin su ser>, volvió a decirse. Era el diagnóstico a que había llegado sobre las demoras de su esposa. Pasaban los segundos y Lucrecia no asomaba. La había llamado ya tres veces en voz alta, recordándole que se hacía tarde. Sin duda, con la angustia y los nervios alterados desde que recibió la llamada de Armida anunciándole la súbita muerte de Ismael, aquel pánico a quedarse sin ser, a dejarlo olvidado como un paraguas o un impermeable si se iba, se había agravado. Se seguiría  demorando y llegarían tarde al funeral

BELLEZA Y VERDAD. ETICA Y ESTETICA

De La caída de Madrid, de Rafael Chirbes, p.92

Discutían largamente en el seminario acerca de las etapas del lento proceso de liberación de las formas artísticas; del significado que poseían los esclavos de Miguel Ángel, que, al romper las cadenas de la materia informe para existir como obra, iniciaban el proceso de libertad formal e ideológica del arte contemporáneo. En los esclavos de la Galleria della Accademia de Florencia, vela el profesor Bartos el primer anuncio de los ready-made de Duchamp, el origen del arte moderno, con su capacidad para hacer trizas la realidad (es decir, la representación del proyecto de realidad dejada como herencia por las clases dominantes), para convertirla en un rompecabezas con cuyas piezas podía construirse Otro dibujo, una realidad distinta, que sirviera a otros patrones estéticos y a otro patrón económico, el proletariado. La  deconstrucción cubista, la fragmentación del  mundo en Joyce, el distanciamiento de Brecht, el circulo negro que Malévich pintó para acabar de una vez con el arte, Marinetti pidiendo que se vendieran las caducas piezas de los grandes museos y que, con el importe de la venta, se comprase arte cubista, los surrealistas clamando ante el féretro laureado de Anatole France: «Il faut tuer le cadavre!. De eso se hablaba en el seminario de Juan Bartos. Quini tenía amigos en la Escuela de Arquitectura que le pasaban los panfletos de la Internacional Situacionista y, por eso, conocia y compartía las palabras de Debord como una declaración de principios: .La revolución comienza como un deseo de verdad, que es un deseo de justicia, que es un deseo de armonía, que es un deseo de belleza.» 

VIVA EL MAL VIVA EL CAPITAL

De Vendrán más años malos y nos harán más ciegos, de Sánchez Ferlosio
"No hay nada que pueda impresionarme tan desfavorablemente como el que alguien trate de impresionarme favorablemente. Los simpáticos me caen siempre antipáticos; los antipáticos me resultan, ciertamente, incómodos en tanto dura la conversación, pero cuando ésta se acaba se han ganado mi aprecio y simpatía. Ese viajero que dice "Buenas noches", al entrar en el compartimento del vagón; que apenas alza los ojos, sin interés alguno, a la comparecencia de viajeros nuevos, que no vuelve a despegar los labios hasta llegar a su estación, para decir: "Que tengan ustedes buen viaje", suscita en mí la convicción -probablemente tan arbitraria como injusta- de que en un choque o descarrilamiento se portaría del modo más heróico y más socorredor, mientras que el dicharachero, que no ha parado en todo el viaje de hablar y de reír, de entablar relación con todo cristo, y no digamos si -¡horror!- hasta contando chistes por añadidura, me impone, en cambio, la más absoluta certidumbre de que no podría dar, en igual trance, sino el más bochornoso espectáculo de histeria y cobardía. La simpatía es un arcaísmo de quienes creen, quieren creer o necesitan fingir que hay todavía un medio, un ámbito de vida pública, en el que los hombres pueden allegarse en algún grado, de manera directa y espontánea, los unos a los otros. La antipatía es resistencia y repugnancia a simular y escenificar -abyectamente- un mundo que no existe."  /

DIVORCIO

De La habitación oscura, de Isaac Rosa, p.83-84
una demolición con lluvia de cascotes y fragmentos cortantes, una ruptura con gritos   nocturnos y objetos de decoración estrellados contra las puertas blancas, un violento enfrentamiento judicial por el reparto de los bienes comunes incluido el hijo, con abogados, demandas, medidas provisionales, régimen de visitas, sentencia, segunda instancia, gritos en la sala frente a la juez, gritos a la puerta del juzgado, gritos por teléfono, gritos en la calle, gritos desde el descansillo de la escalera aporreando la puerta hasta la llegada de la policía, orden de alejamiento, punto de encuentro familiar y un horario de visitas en miércoles de cuatro a siete sin salir del punto de encuentro, y fines de semana alternos en que podía lIevárselo pero sin pernocta hasta que el niño cumpliese los tres años. Cuando los gritos cesaron y las minutas de  los abogados fueron pagadas y las sentencias releídas y la pensión domiciliada y la mudanza terminada, Andrés miró las magulladuras que le había dejado el salto del tren en marcha: se encontró solo en un apartamento con muebles ajenos y puertas marrones de pomos  latonados, en cuyo salón dormía en un sofá porque la única habitación la preparó para su hijo, con una cama, adornos y juguetes que se mantenían intactos durante semanas enteras hasta la tarde en que lo recogía en el punto de encuentro familiar y lo llevaba al apartamento pero el niño no quería entrar a un dormitorio que no era suyo y lo miraba desde la puerta, o   incursionaba veloz para coger un juguete y volver a salir. Andrés le acababa encendiendo el televisor y se sentaba a su lado para ver dibujos animados hasta que llegase la hora de volver al punto de encuentro familiar, donde lo dejaba con una psicóloga que lo evaluaba y él regresaba al apartamento. Y como antes su hijo, ahora también él miraba desde la puerta el dormitorio, la cama con colcha de su película favorita, los pocos jugetes en una estantería, la cómoda con los cajones vacíos.

UN INFIERNO RARO

Del libro Arcana caelestia, de Emanuel Swedenborg.
UN TEÓLOGO EN LA MUERTE
Los ángeles me comunicaron que cuando falleció Melanchton, le fue suministrada en el otro mundo una casa i1usoriamente igual a la que había tenido en la tierra. (A casi todos los recién venidos a la eternidad les sucede lo mismo y por eso creen que no han muerto.) Los objetos   domésticos eran iguales: la mesa, el escritorio con sus cajones, la biblioteca. En cuanto Melanchton se despertó en ese domicilio, reanudó sus tareas literarias como si no fuera un cadáver y escribió durante unos días sobre la justificación por la fe. Como era su costumbre, no  dijo una palabra sobre la caridad. Los ángeles notaron esa omisión y mandaron personas a interrogarlo. Melanchton les dijo: “He demostrado irrefutablemente que el alma puede prescindir de la caridad y que para ingresar en el cielo basta la fe”. Esas cosas les decía con soberbia y no sabía que ya estaba muerto y que su lugar no era el cielo. Cuando los ángeles oyeron ese discurso lo abandonaron. A las pocas semanas, los muebles empezaron a afantasmarse hasta ser invisibles, salvo el sillón, la mesa, las hojas de papel y el tintero. Además, las paredes del aposento se mancharon de cal y el piso de un barniz amarillo. Su misma ropa ya era mucho más ordinaria. [...]

Recibía muchas visitas de gente recién muerta, pero sentía vergüenza de mostrarse en un alojamiento tan sórdido. Para hacerles creer que estaba en el cielo, se arregló con un brujo de los de la pieza del fondo, y éste los engañaba con simulacros de esplendor y serenidad. Apenas las visitas se retiraban, reaparecían la pobreza y la cal, y a veces un poco antes. Las últimas noticias de Melanchton dicen que el mago y uno de los hombres sin cara lo llevaron hacia los médanos y que ahora es como un sirviente de los demonios.

EL MATRIMONIO Y KAFKA

De Kafka, de Pietro Citati

A veces, los pensamientos angustiosos tomaban otro derrotero. Pensaba en Felice: en lo que perdería casándose con él: “Yo perdería mi soledad, que en su mayor parte es horrible, y te ganaría a ti, a quien amo más que a ningún otro ser. En cambio, tú perderías tu vida tal como la has llevado hasta el momento, vida con la que te sientes satisfecha casi por completo. Perderías Berlín, la oficina-que te agrada-, las amigas. los pequeños placeres. la perspectiva de casarte con un hombre sano. alegre y bueno y de tener hijos guapos y sanos, por los que, si lo piensas bien, estás sencillamente suspirando. En lugar de esta nada despreciable pérdida ganarías un hombre enfermo, débil, insociable, taciturno, triste, rígido. casi desprovisto de  toda esperanza. cuya tal vez única virtud consiste en que te quiere”

LA BODA DE BORGES

De El señor Borges, p. 57-58
El casamiento fue por civil y por Iglesia, en Nuestra Señora de las Victorias, y después se hizo una fiesta en e! departamento de la calle Maipú. Vinieron los familiares más directos y las  amistades que lo frecuentaban por aquel tiempo. Recuerdo a algunas señoras amigas arrojándole arroz y la cara del señor Borges, mezcla de desconcierto y picardía. Esa cara que él ponía en algunos momentos era para mí inconfundible. Hablaba con la mirada, como  diciéndome Fanny, mire lo que están haciendo conmigo .
 Se casaron por Iglesia el día de la primavera y en realidad el clima estaba espléndido. Pero enseguida empezaron los problemas. Por la noche el señor Borges y la señora Elsa, después que se fueron los amigos que habían venido a saludarlos, tuvieron una pequeña discusión. La señora Leonor, a toda costa le insistió al señor Borges para que fuera a dormir al Hotel Dorá, con su mujer, y ella también, por supuesto, pero él no quiso saber nada.

"Para eso se casó", repetía doña Leonor. Pero él no quiso ir por nada del mundo, pese a las insistencias de la madre. La señora Leonor se vistió y acompañó a Eisa hasta la parada del  autobús para que se fuera a su casa en la calle Talcahuano. Entonces esa noche le acomodé la cama y se acostó a dormir como siempre. A la mañana siguiente cuando lo desperté le pregunté, con un poco de picardía, cómo le había ido en la noche de bodas. Me miró, se sonrió y me dijo: "Soñé toda la noche que iba colgado de un tranvía. Fijese el sueño raro que tuve".

INCIPIT 342. LA HABITACION OSCURA / ISAAC ROSA

No te quedes ahí. Vamos, entra, ya estamos todos. Tras a cortina, la puerta: está abierta, solo tienes que empujarla, mientras en tu espalda pesa la tela que se cierra dejando atrás la escasa luz del pasillo. La puerta cede sin esfuerzo, yal avanzar un par de pasos sientes que la  oscuridad se ha solidificado en tu cara, áspera, pero no: es el segundo cortinaje, que pende de una barra en semicírculo para no entorpecer el recorrido de la puerta. Parece una exageración, dos cortinas, pero solo así estamos seguros de que no se filtra ni una aguja de claridad cada vez que alguien entra o sale de la habitación oscura. Es un paño corrido, deja de manotear para abrirte paso: solo puedes franquearlo por los laterales, a la manera en que accedes a un templo. Una vez dentro buscas referencia en la pared más próxima: apoyas la mano en la   superficie mullida. Desde ahí puedes continuar por el perímetro, sin soltar el tabique; o dar unos pasos hacia el centro de la estancia, con las manos adelantadas. No hay riesgo de chocar con ningún mueble, ya lo sabes, todo el mobiliario se limita a tres colchones alineados en la pared del fondo y un par de sofás en los laterales.

TO APEIRON

Todo y más: breve historia del infinito, de DFWallace,  p.27
Ningún sistema de procesamiento de datos, artificial o viviente, puede procesar más de 2x10 elevado a 47 bits por segundo por cada gramo de su masa, lo que significa que un  superordenador hipotético del tamaño de la tierra (= 6x10 elv 27 gramos aproximadamente) funcionando durante tanto tiempo como la tierra ha existido (= 10 elv 10 años  aproximadamente, con cerca de 3,14x 10 elv 7 segundos/año) puede haber procesado lo sumo 2,56x10 elv 92 bits, número que se conoce como límite de Bremermann. Los cálculos que involucran números mayores que 2,56x 10 elv 92 se llaman problemas transcomputacionales, en el sentido de que no son teóricamente viables siquiera. Y hay abundantes problemas de este tipo en la física estadística, la teoría de la complejidad, la teoría de fractales, etc. Todo esto resulta excitante pero no muy pertinente. Lo pertinente es esto: considere algún número transcomputacional, imagínese que es un grano de arena, piense en una playa entera, o en un desierto, o en un planeta, o incluso en una galaxia llena de esa arena, y no solo un 1 seguido de ese número de ceros será < 00, sino que su cuadrado será < 00, y si llamamos x al número será < infinito,  y así sucesivamente y en realidad ni siquiera es correcto comparar IO elv x aritméticamente de ese modo porque ni siquiera están en la misma área de codificación matemática ni incluso, de algún modo, en la misma dimensión. Y, sin embargo, también es verdad que algunos infinitos son mayores que otros, como en las comparaciones aritméticas. 

INCIPIT 341. AFTER DARK / HARUKI MURAKAMI

Perfil de una gran ciudad.
Captamos esta imagen desde las alturas, a través de los ojos de un ave nocturna que vuela muy alto. En el amplio panorama, la ciudad parece un gigantesco ser vivo. O el conjunto de una multitud de corpúsculos entrelazados. Innumerables vasos sanguíneos se extienden hasta el último rincón de ese cuerpo imposible de definir, transportan la sangre, renuevan sin descanso las células. Envían información nueva y retiran información vieja. Envían consumo nuevo y retiran consumo viejo. Envían contradicciones nuevas y retiran contradicciones viejas. Al ritmo de las pulsaciones del corazón parpadea todo el cuerpo, se inflama de fiebre, bulle. La medianoche se acerca y, una vez superado el momento de máxima actividad, el metabolismo basal sigue, sin flaquear, a fin de mantener el cuerpo con vida. Suyo es el zumbido que emite la ciudad en un bajo sostenido. Un zumbido sin vicisitudes, monótono, aunque lleno de presentimientos. Nuestra mirada escoge una zona donde se concentra la luz, enfoca aquel punto. Empezamos a descender


DE CUANDO JLBORGES SE ACERCO A WBENJAMIN

De Ficciones de JLBorges, p.50

 No hay ejercicio intelectual que no sea finalmente inútil. Una doctrina filosófica es al principio una descripción verosímil del universo; giran los años y es un mero capítulo -cuando no un párrafo o un nombre- de la historia de la filosofía. En la literatura, esa caducidad final es aún más notoria. El Quijote -me dijo Menard- fue ante todo un libro agradable; ahora es una ocasión de brindis patrióticos, de soberbia gramatical, de obscenas ediciones de lujo. La gloria es una incomprensión y quizá la peor.

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