INCIPIT 332. EL VATER DE ONETTI / JUAN TALLON

Toda mudanza lleva consigo una desgracia desesperada por salir. Nadie piensa nunca que desencadenará una reacción inesperada que acarreará su ruina. Por eso, a lo largo de nuestra existencia nos mudamos, poco conscientes del peligro que corremos, buscando la mejor etapa de nuestra vida. No importa que el cambio de domicilio evolucione favorablemente. La desgracia va dentro. De nada sirve que, en apariencia, todo vaya bien. El cambio, desde los   días del Génesis, le llega al individuo siempre en lo mejor, cuando menos preparado se encuentra. El momento álgido se verifica como el instante previo a la ruina. Siempre pasa lo que sucede.

La vida me había empujado a una docena de mudanzas, y en mayor o menor medida había participado en otras tantas emprendidas por familiares y amigos, y siempre advertía: «Cuidado. La mudanza es peligrosa». Conviene renunciar a las expectativas depositadas en las grandes oportunidades que se abren con el cambio de domicilio. Cierto es que no había  conocido mudanzas de las que se hubiesen seguido grandes calamidades. Pero eso no tenía nada que ver. De hecho, que no ocurriese nada era incluso peor, ya que eso aún aumentaba más las probabilidades de que en la siguiente ocasión todo se hundiese.

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