Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

DEL MATRIMONIO, SEGÚN CONRAD

De El regreso de Joseph Conrad, p. 11-12
Una vez casados, ambos se dedicaron con bastante éxito a ampliar su círculo de amistades. Treinta personas los conocían de vista; otras veinte toleraban, con conspicuas sonrisas, su presencia ocasional bajo sus hospitalarios techos; y unas cincuenta más, como mínimo, llegaron a saber de su existencia. En este círculo ampliado trataban con hombres y mujeres encantadores, que temían más la emoción, el entusiasmo o el fracaso que a un incendio, una guerra o una enfermedad mortal; personas que únicamente toleraban la expresión más vulgar de las ideas más vulgares y que sólo aceptaban los hechos que les fueran ventajosos. Era un mundo de gente encantadora, auténtico dechado de virtudes, un mundo donde nada se realiza y donde toda alegría y tragedia se ven rebajadas, prudentemente, a mera satisfacción y molestia. En esta serena región, en que se cultivan bastante los nobles sentimientos para disimular el despiadado materialismo de las ideas y de las aspiraciones, fue donde Alvan Hervey y su esposa vivieron cinco años de comedida felicidad, jamás perturbada por duda alguna sobre el justo valor moral de su existencia. Ella, para dar rienda suelta a su personalidad, se dedicó a todo tipo de obras benéficas e ingresó en diversas sociedades protectoras y reformistas, que patrocinaban o presidían damas de la nobleza. Él se interesó de modo activo por la política; y habiendo trabado conocimiento, casualmente, con cierto hombre de letras —y que tenía parentesco con un conde— se dedicó a brindar apoyo económico a un agonizante diario de carácter mundano.

INCIPIT 227. EL CORRECTOR / RICARDO MENENDEZ SALMON


Cuando el primer tren saltó por ios aires derramando sobre nuestras pequeñas y esforzadas vidas un aluvión de sangre, cólera y miedo, yo estaba sentado delante de mi vieja mesa de fresno australiano y corregía unas galeradas de Los demonios de Fedor Dostoievski.
Me llamo Vladimir —en su juventud mi padre fue un fanático de la Revolución Rusa— y soy corrector. Y me atrevería a decir que Fedor Dostoievski es mi escritor favorito. (Quizá hace diez años, cuando tenía veinticinco, hubiera dicho que mi escritor favorito era Albert Camus, y probablemente dentro de otros diez, cuando tenga cuarenta y cinco, me decante por Stendhal o Platón.)
Así que ahí estaba yo, a las 07:37 horas del jue

SER ESCRITOR

De Derrumbe, de Ricardo Menéndez Salmón, p. 31-32
Hasta donde recuerdo, siempre quise ser escritor. Como las caries, mi vocación fue temprana. De niño llenaba ya cuadernos con historias que me ayudaban a soportar mi soledad, aquella vida sin hermanos y, en la mayoría de las ocasiones, sin padres que llevé hasta la adolescencia, cuando mi horizonte se ensanchó con otros juegos y con otros jueces.
Nunca he comprendido a quienes afirman que la infancia es el paraíso del hombre. Mi infancia fue triste. La abundancia material que me rodeó, incluso el afecto de las personas que cuidaban de mí, jamás consiguió librarme del aburrimiento, pues desde muy pronto comprendí cuál es la verdadera maldición de la vida. La verdadera maldición de la vida no es el trabajo, ni el sinsentido de la existencia, ni siquiera el dolor o la enfermedad: la verdadera maldición de la vida es el tedio. Sólo quien vence al tedio ha vivido, sólo quien es capaz de hacer algo distinto a matar el tiempo merece decir «he vivido».
Únicamente en los libros, bien como lector, bien como escritor, bien como corrector, he logrado vencer esa sensación de hastío infinito ante los sucesos de la vida. Los viajes me cansan como la Naturaleza cansaba a Hegel, que la veía repetirse a cada paso; la política me cansa como cansa asistir una y otra vez a la misma comedia representada por perros de distinto pelaje, pero que, sin embargo, ladran en idéntica clave; incluso las drogas o los placeres del cuerpo me arrastran, invariablemente, hacia una suerte de antieuforia, de monstruosa apatía.
A menudo Zoe, cuando me encuentra tirado en la cama con mi Onetti, mi Cheever o mi Kawabata en la mano, me llama cínico, eunuco y otras lindezas por el estilo. En esos momentos de rara armonía yo suelo sonreír como un buda ilustrado, agito el libro igual que un abanico y le propongo que nos demos un buen revolcón, pues sé que al regresar de su carne tibia, más allá del músculo y la vena, más allá de nuestro goce y nuestro sincero amor, siempre estarán ellos esperándome.

SOBRE LA NOVELA

LA NUEVA NOVELA
Creemos que no es la paradoja que podría parecer a primera vista que el estado de la novela en España en la actualidad sea virtualmente, en gran parte, el estado de la crítica misma; y ello, además, con el riesgo de la apariencia añadida de una observación perversa, por la mera razón de que vemos la crítica en suspenso. En tanto que la echamos en falta por completo, ¿cómo y por qué importa su «estado», y por qué y cómo puede o debería, como una fuerza ausente, establecer una relación con esa constante renovación de nuestro suministro de ficción, que es tanto un presente como una fuerza? La relación es ésta, en pocas palabras: que no se ha notado que otra efusión semejante de materia en el molde de la literatura, o de lo que aproximadamente pasa por tal, viva su vida y mantenga su flujo, su nivel, por lo menos, de cantidad y masa, con tan libre y fácil independencia de la atención crítica. Constituye una condición y una perversidad, por parte de este elemento, que sea insensible a una llamada tan vociferante y, al menos, tan incesante; por tanto, ¿cómo puede describirse mejor una negligencia tal de ocasiones, un hábito tan descuidado, a pesar de las señaladas oportunidades, que como responsabilidad declinada ante el desorden? El desorden determina así la relación, desde el momento en que intuimos que podría ser menor, que podría ser diferente, que algo, a la manera de un orden, podría incluso liberarse de él y reemplazarlo; desde el momento, de hecho, en que el bajo nivel crítico se refleja lógicamente en el poético o, por decirlo con menos pedantería, en el nivel de improvisación en general.

FRASE DE LA SEMANA

¡Qué grandes estamos esta mañana¡
JJ

1980

INCIPIT 226. DUBLINESCA / ENRIQUE VILA-MATAS


Pertenece a la cada vez ya más rara estirpe de los editores cultos, literarios. Y asiste todos los días conmovido al espectáculo de ver cómo la rama noble de su oficio —editores que todavía leen y a los que les ha atraído siempre la literatura— se va extinguiendo sigilosamente a comienzos de este siglo. Tuvo problemas hace dos años, pero supo cerrar a tiempo la editorial, que a fin de cuentas, aun habiendo alcanzado un notable prestigio, marchaba con asombrosa obstinación hacia la quiebra. En más de treinta años de trayectoria independiente hubo de todo, éxitos pero también grandes fracasos. La deriva de la etapa final la atribuye a su resistencia a publicar libros con las historias góticas de moda y demás zarandajas, y así olvida parte de la verdad: que nunca se distinguió por sus buenas gestiones económicas y que, además, tal vez pudo perjudicarle su fanatismo desmesurado por la literatura.
Samuel Riba —Riba para todo el mundo— ha publicado a muchos de los grandes escritores de su época. De algunos tan sólo un libro, pero lo suficiente para que éstos consten en su catálogo. A veces, aunque no ignora que en el sector honrado de su oficio quedan en activo algunos otros valerosos quijotes, le gusta verse como el último editor. Tiene una imagen algo romántica de sí

DIOS HIJO


Pecios. No, si yo ya me iba
RAFAEL SÁNCHEZ FERLOSIO 28/03/2010

"Mihi uindicta, Ego retribuam". Si no debe ignorarse la intención pedagógica tradicional de la pintura cristiana, más inexcusable será pasar por alto la grandiosa lección de teodicea de una representación mundialmente conocida y admirada como la del Juicio Final en la Capilla Sixtina.
Sentado como en un escabel en la parte alta del centro del cuadro y con un tamaño algo mayor que el de las figuras que lo rodean, Cristo aparece semidesnudo, cubiertos sólo el hombro izquierdo y el regazo, el cuerpo levemente escorado hacia la izquierda como acompañando al rostro, que forma ya un perfil de algo más de tres cuartos hacia ese mismo lado; del poderoso torso se levanta el brazo derecho, bien musculado, formando un ángulo algo menos que recto con el antebrazo, que remata en la mano abierta, con los dedos separados pero curvados en forma de concha, como formando un espejo cóncavo que concentrase los rayos de luz, ahora rayos de ira, hacia el mismo rincón inferior de la izquierda al que apunta la mirada: el rincón más oscuro del cuadro, donde se retuercen los réprobos: la mano del Salvador no está salvando, está condenando. El Hijo no se hizo hombre para redimir a los hombres, sino para vengar al Padre.

RECORDE SU FRASE, AQUELLA HISTORIA SOBRE PERLAS ENSANGRENTADAS

Varela alega que no mintió al negar que dijese 'Desván de los Monjes'
El conselleiro asegura que no era "consciente" de lo que leía
EL PAÍS - Santiago - 24/03/2010
El conselleiro de Cultura, Roberto Varela, reconoció ayer en el Parlamento que se refirió al municipio coruñes de Sobrado dos Monxes como Desván de los Monjes, un mes después de negarlo y llamar estúpidas en el Parlamento a las diputadas de la oposición que le pedían explicaciones por tan insólita traducción. Varela sostiene ahora que cuando negó el desliz no mintió porque en ese momento no era "consciente" de lo que leía por culpa del cansancio.
“No fui consciente del error, estaba cansado después de 12 actos seguidos defendiendo las comarcas", alegó el conselleiro, según informa Europa Press. Varela tuvo el traspiés idiomático durante un acto de promoción de la Feria de Madrid. La metedura de pata quedó documentada en un vídeo que apareció en una web de la Xunta.
"Usted insultó a la oposición", le espetó ayer la diputada del BNG Ana Pontón, que le achacó el hecho "grave" de haber "mentido" en el hemiciclo. "No asume que mintió y viene aquí como si no pasase nada", protestó.
La de ayer fue la primera comparecencia de Varela en el pleno tras la polémica. El "error" del conselleiro se debió, según adujo, a una traducción en el último momento de un discurso escrito previamente en gallego. "Lo leí sin darme cuenta y, tras ser informado, llamé a las diputadas para pedir disculpas", se defendió. "Tengo derecho a leer sin darme cuenta, pero no mentí", insistió.
El conselleiro, que fue al Parlamento para explicar los actos del Ano da Lectura, acusó a su vez a Pontón de mentir por asegurar que su consellería "adjudicó a dedo un contrato de seis millones de euros" para la central de medios del Xacobeo. "Eso es falso y tendrá que demostrarlo", le espetó.
Pontón arguyó que el conselleiro únicamente se significa por "los ataques a la cultura y la deturpación a la toponimia", y se mostró escéptica ante eventos como el Ano da Lectura.

MATRIMONIO A LA ITALIANA. DE SICA

DERRUMBE

De Derrumbe, de Ricardo Menéndez Salmón, p. 104-105
Llamadas perdidas. Voces de socorro abortadas, llegando a oídos que nada podían hacer. Mensajes para nadie. Algo que Valdivia imaginaba sólo sucedía en las películas o en los libros. Como Bartleby, el escribiente de Melville, que trabajó en la Oficina de Cartas Muertas de Washington y albergó toda esa pena en su corazón.
Su mujer se levantó, se recogió el pelo y se puso la bata. La noche ya estaba gastada; el sueño, condenado. Bajaron de la mano hasta la cocina, como dos enamorados recientes, y él se sentó a la mesa mientras ella preparaba café.
Era bueno charlar entre las cuatro paredes de su vida en común, de pronto alterada por esa muchacha que tenía un muerto encima de su cama. A Valdivia le apeteció despertar a Vera, decirle que bajara a hablar con ellos ahora que todavía era posible, ahora que estaban a su lado y tenían oídos para sus palabras.
Su mujer sintonizó la radio y Valdivia escuchó decir: «Un suicida se equivoca de número de teléfono y es salvado por un sacerdote.»
Supo que verían amanecer allí. Supo que recibirían los primeros rayos de sol como una bendición. Supo que verían cómo entraban por el ventanal orientado al este y recorrían lentamente el suelo. Supo que admirarían cómo trepaban por los muebles y los electrodomésticos hasta tocar sus manos y cabellos, inflamarles de vida, calentar su piel.
Muy a lo lejos, apenas audible, el canto de un ave.
Escuchó el rugido de sus intestinos. Escuchó el murmullo de la carne de su mujer mientras se ajetreaba con la mermelada, la fruta, los bizcochos. Escuchó todo este ruido que hacían en sus pequeñas vidas condenadas a desaparecer, todo el sube-baja-sube de sus míseros esqueletos.
—Sin azúcar, por favor —informó igual que un visitante educado.

INCIPIT 225. AUNQUE NO ENTENDAMOS NADA / ENRIQUE VILA-MATAS


Hace ya unos cuantos años, en un bar de Nueva York, Juan Benet le dijo a Eduardo Mendoza: «Hoy he escrito la primera página de una novela y no sé de qué se trata, pero sé que me espera un año de obsesión». No es mal plan el suyo, pensó Mendoza. Afuera nevaba copiosamente.
No recuerdo quién dijo que la nieve sería muy monótona si Dios no hubiera creado los cuervos. ¿Y qué decir de las páginas en blanco? Pues que pueden ser tan silenciosas y aterradoras como monótonas, pero por suerte quienes escriben tienen a los tenebrosos cuervos de la escritura recordándoles que cada libro es una aventura. Afuera llueve. Y yo aún no sé muy bien de qué tratarán las páginas de este ensayo que acabo de iniciar. Seguramente intentaré exponer en él mi visión de ese absurdo cargado de sentido que es el mundo y lo haré valiéndome de una estructura odradek, una estructura literaria que adquiera la forma del ready-made, de uno de esos objetos híbridos e inútiles —tan inútiles como el mundo— ante los que Kafka sentía asombro y extrañeza y que a menudo —porque no entendía nada de ellos— le parecían «un vergonzoso misterio».
No sé muy bien lo que haré, pero en todo caso sé que pronto terminaré esta primera hoja. Mi vecino de la ventana de al lado también escribe, aunque lo hace valiéndose de un ordenador. Es como un vecino salido de La ventana indiscreta, de Hitchcock. Físicamente se parece bastante al escritor italiano Antonio Tabucchi. Lo veo escribir a la caída de la tarde, todos los días. ¿Tiene mi vecino el mismo problema de escritura que yo tengo ahora? El cuervo de

INCIPIT 224. DERRUMBE / RICARDO MENENDEZ SALMON


Disparó y la cabeza rebotó y vio cómo los ojos se nutrían por última vez de un sorbo de luz y cómo luego se iban tiñendo de sombras —sombras en las que pudo ver su propio reflejo con el brazo aún extendido— y cómo finalmente se apagaban igual que una estrella lejana que parpadea con inusitada fuerza antes de extinguirse para siempre concentrando en ese último brillo todo lo que un día fue: su esplendor, su mérito, su excelencia: la asombrosa y asombrada evidencia de haber sentido, de haber gozado, de haber reído: de haber sido.
Luego se acercó al hombre y lo rodeó y olió su sangre fresca y se llevó a la boca un rastro de huesos y de cuero cabelludo y allí erguido, en pie como un tótem oscuro, en la habitación apenas iluminada por la luz de gasa de las viejas farolas de época, cualquiera que lo hubiera visto mientras saboreaba aquel puñado de materia confusa habría sentido la tentación de escapar muy lejos y muy deprisa.
* * *
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DE LA ENTROPIA APRES HERZOG

De Herzog, de Saul Bellow, p. 233-234
Apreciado doctor Schrodinger: En ¿Qué es la vida? dice usted que en toda la Naturaleza, sólo el hombre vacila antes de causar daño. Como quiera que la destrucción es el gran método mediante el cual produce la Naturaleza nuevos tipos, el no querer causar dolor puede ser un deseo humano de impedir que se cumpla la ley natural...
[…]
En las observaciones que hace usted sobre la entropía... es decir, cómo se mantiene el organismo contra la muerte o, como dice usted, contra el equilibrio termodinámico... Por ser una organización inestable de materia, el cuerpo está siempre amenazando con abandonarnos. Se marcha. Y esto que digo es verdad; es el cuerpo
el que desaparece y no nosotros, no yo. Mientras este organismo
capaz de conservar su propia forma y sacar lo que necesita de su ambiente, atrayendo una corriente negativa de entropía, o sea, el ser de otras cosas que él usa, devolviendo el residuo ai mundo en una forma más simple. Estiércol. Desechos nitrogenados. Amoníaco. Pero la resistencia a causar dolor unida a la necesidad de devorar.., el resultado es muy peculiar de la humanidad y consiste en admitir y negar, al mismo tiempo, los males. O sea, se lleva una vida humana y al mismo tiempo una vida inhumana. En realidad, se quiere tenerlo todo y se combinan todos los elementos con inmensa ambición. Morder, tragar y, al mismo tiempo, compadecerse del alimento. Tener sentimientos y, a la vez, comportarse brutalmente. Se ha sugerido (y por qué no?) que nuestra resistencia a causar dolor es en realidad una forma extrema, una deliciosa forma de sensualidad y que aumentamos la lujuria inyectándole preocupación moral. De modo que así actuamos en dos direcciones contrarias a la vez. in embargo, no se pueden negar las realidades morales, le aseguró Herzog al mundo entero mientras tiraba de la correa del veloz coche para no perder el equilibrio. Y es tan seguro que existen esas realidades como las moleculares y atómicas.

EL HOMBRE QUE PUDO REINAR. HOUSTON

MAS DIOS

De El Mundo, de JJ Millás, p.110-11
Dios era el dueño de nuestros días, de ahí que el año se ordenara de acuerdo a los sucesos más importantes de la vida de su hijo, que nacía durante las vacaciones de Navidad y fallecía en las de Semana Santa.
Los meses funcionaban, pues, a modo de capítulos de un relato cuyo argumento principal era la vida de Cristo. Si quitabas a Dios de la existencia, las vidas de los hombres se desagregaban como las cuentas de un collar desprovisto de su médula (en torno a lo irreal se articulaba lo real; siempre ha sido así). A mí me gustaban las Navidades, como a todos los niños, pero me interesaba la Cuaresma, ese tiempo litúrgico que iba desde el Miércoles de Ceniza hasta la Pascua de Resurrección, caracterizado por ser un período de penitencia durante el que reproducíamos el ayuno que observó Cristo en el desierto antes de dar comienzo a su ministerio. Curiosamente, yo sólo doy valor a lo que escribo en ayu
nas. Me levanto pronto, sobre las seis de la mañana, y me siento a la mesa de trabajo sin tomar nada hasta las nueve. Considero como mío, y para mí, lo que escribo durante ese tiempo. Lo que escribo después del desayuno está contaminado por las miserias laborales, por el imperativo de ganarse la vida. Mis novelas, así como los trabajos periodísticos que más aprecio, están escritos entre las seis y las nueve de la mañana. El ayuno.
Y bien, Dios estaba ahí todo el tiempo para lo bueno y para lo malo, generalmente para lo malo, por que se trataba de un Dios colérico, violento, castigador, fanático. Dios era un fanático de sí porque vivía entregado a su causa de un modo desmedido, como si en 1o más íntimo desconfiara de la legitimidad de sus planes o de sus posibilidades de éxito. Podríamos decir que era un nacionalista de sí mismo. Tenía otras caras, pero ésta dominaba sobre las demás. Lo raro para un pensamiento ingenuo como el nuestro era que lograba estar sin estar, pues se manifestaba a través de su ausencia, que lo llenaba todo. Por eso soñábamos con que se nos apareciera, con que se hiciera evidente, palpable. Soñábamos con un milagro.

INCIPIT 223. EL FINAL DEL DESFILE / FORD MADOX FORD


Primera parte
1
Los dos jóvenes —ambos pertenecían a la clase funcionarial inglesa— iban sentados en un vagón de ferrocarril perfectamente equipado. Las correas de cuero de las ventanillas eran nuevas e impecables; los espejos de debajo de las rejillas del equipaje estaban tan inmaculados como si hubiesen reflejado muy pocas cosas; la tapicería acolchada, de curvas lujosas y regulares, tenía un minucioso e intrincado dibujo amarillo y escarlata diseñado por un geómetra de Colonia. El compartimento olía vaga e higiénicamente a barniz; el tren circulaba con tanta suavidad —recordó haber pensado Tietjens— como los valores mercantiles británicos de borde dorado. Viajaba deprisa, pero si hubiese dado una sola sacudida o un traqueteo al pasar sobre las juntas de los raíles, salvo en la curva antes de llegar a Tonbridge o en el cambio de agujas de Ashford, donde eran de esperar e incluso se permitían esas excentricidades, Tietjens estaba seguro de que Macmaster habría escrito a la compañía. Tal vez incluso habría escrito al Times.
Su clase administraba el mundo, no sólo el recientemente creado Departamento Imperial de Estadística a las órdenes de sir Reginald Ingleby. Si veían a algún policía comportarse mal, a un mozo de cuerda maleducado, una calle mal iluminada, algún defecto en los servicios públicoso en países extranjeros, intervenían en el asunto, ya fuese con despreocupadas voces de Balliol, o mediante cartas al Times en las que se preguntaban con pesarosa indignación: «Acaso Esto o Aquello ha podido caer tan bajo?». O escribían, en cualquiera de las muchas revistas serias que todavía sobrevivían, artículos en los que se ocupaban de los

NUEVAS VERSIONES DEL HOMBRE TUBO DE GEORGES BATAILLE

De Herzog, de Saul Bellow, p.214-215
¿Podrás expresarte con toda claridad y con pocas palabras? Todos sabemos que Eisenhower detesta los documentos largos y complicados. Una colección de declaraciones legales y útiles para inspirarnos en nuestra lucha contra el enemigo comunista, no es precisamente lo que necesitamos. El moderno ciudadano de una democracia podía dar un nuevo sentido a la antigua afirmación de Pascal (1623-1662) de que el hombre es una caña, pero una caña pensante. Sí, el hombre cree que piensa pero se siente como una caña inclinada por los vientos originados en el poder central. Con toda seguridad, no prestaría atención a esta frase. Herzog trató de expresarlo de otro modo. Tolstoi (1828-1910) dijo: «Los reyes son los esclavos de la historia». Cuanto más arriba se encuentre uno en la escala del poder, más determinados están nuestros actos. Para Tolstoi, la libertad es enteramente personal. Será libre el hombre cuya condición sea simple, real y verídica. Ser libre es haberse librado de las limitaciones históricas. Por otra parte, Hegel (1770-1831) comprendió que la esencia de la vida humana se derivaba de la historia. La historia, la memoria, eso es lo que nos hace humanos; eso, y nuestro conocimiento de la muerte: «por el hombre llega la muerte». En efecto, el conocimiento de la muerte nos hace desear que nuestras vidas sean más largas a expensas de los demás. Y ésta es la raíz de la lucha por el poder. Todo eso es un error!, pensó Herzog, de buen humor ante su propia desesperación.

FRASE DE LA SEMANA QUE VIENE

Pero si un día encontrara ese amor tan buscado, ese fantasma, ese genio, díficilmente éste mejoraría lo ya dicho por tantos otros acerca de las grietas que separan las expectativas de la juventud y la realidad de la madurez, lo ya dicho por tantos otros sobre la naturaleza ilusoria de nuestras elecciones, sobre la decepción que culmina la búsqueda de logors, sobre el presente como fragilidad y el futuro como dominio de la vejez y de lamuerte.
E V-M

ENTRE LAS LLAMAS

INCIPIT 222. EL TERCER REICH / ROBERTO BOLAÑO


20 de agosto
Por la ventana entra el rumor del mar mezclado con las risas de ios últimos noctámbulos, un ruido que tal vez sea el de los camareros recogiendo las mesas de la terraza, de vez en cuando un coche que circula con lentitud por el Paseo Marítimo y zumbidos apagados e inidentificables que provienen de las otras habitaciones del hotel. Ingeborg duerme; su rostro semeja el de un ángel al que nada turba el sueño; sobre el velador hay un vaso de leche que no ha probado y que ahora debe estar caliente, y junto a su almohada, a medias cubierto por la sábana, un libro del investigador Florian Linden del que apenas ha leído un par de páginas antes de caer dormida. A mí me sucede todo lo contrario: el calor y el cansancio me quitan el sueño. Generalmente duermo bien, entre siete y ocho horas diarias, aunque muy raras veces me acuesto cansado. Por las mañanas despierto fresco como una lechuga y con una energía que no decae al cabo de ocho o diez horas de actividad. Que yo recuerde, así ha sido siempre; es parte de mi naturaleza. Nadie me lo ha inculcado, simplemente soy así y
11

DE CUANDO FORD MADOX FORD SE ADELANTO A MUCHACHADA NUI


De El final del desfile, de Ford Madox Ford, p. 107
Y Tíetjens, que era incapaz de odiar a nadie, al ver a aquel tipo simpático y sencillo con aspecto de colegial, se preguntó por qué la humanidad, que resultaba casi agradable descompuesta en unidades, era, como masa, un fenómeno tan odioso. Si se cogían doce hombres, ninguno de ellos detestable ni carente de interés, porque cada uno de ellos tenía detalles técnicos que aportar sobre su especialidad, y se formaba con ellos un club o un gobierno, en el acto, las opresiones, las inexactitudes, el cotilleo, las venganzas, las mentiras, las corrupciones y las vilezas, los convertían en esa combinación de un lobo, un tigre, una comadreja y un mono cubierto de piojos que era la sociedad humana. Y recordó las palabras que dijo una vez un ruso: «Gatos y monos. Monos y gatos. Ahí está toda la humanidad».

ENTREVISTAS CON DIOS

De El Mundo de JJ Millás, p.93
Una entrevista que había leído, no hacía mucho, con Dios. Su autor era un conocido periodista norteamericano que se encerró durante meses en una habitación con una médium. Él le hacía preguntas a la médium y la médium se las trasladaba a Dios. A veces, Dios tardaba horas o días en responder (en el caso de que el silencio no fuera una respuesta), pero cuando hablaba decía, por increíble que parezca, cosas de una pertinencia demoledora, de una eficacia atroz. Así, a la pregunta del porqué de la muerte respondió que para él la muerte no era más que «un desplazamiento dentro de la vida». Dios nunca la había imaginado de otro modo y no entendía por qué nosotros, los usuarios de la muerte, nos la habíamos tomado como una agresión personal. Un desplazamiento dentro de la vida. Era evidente que nos habíamos equivocado al nombrarla, o al llenar de contenido su nombre. Ni la muerte ni los taxistas malolientes estaban en el mundo para hacerme daño a mí, a nosotros.
A medida que se me ocurrían estas cosas se las iba diciendo al taxista, que en un momento dado comenzó a llorar de gratitud. Era verdad, decía, su hijo no se había vuelto loco para amargarles a él y a su mujer la existencia. La locura no era más que un desplazamiento dentro de la vida, una manifestación de la lógica misteriosa de la que formábamos parte. El error era interiorizarla como un problema. Ocurrió dentro del taxi, entre aquel hombre maloliente y yo, algo inefable de verdad: un milagro, una revelación, una señal.

INCIPIT 221. EL INCIERTO SEÑOR DON HAMLET / ALVARO CUNQUEIRO

¡Bienvenidos a Elsinor! Para mí, la pregunta que hace el príncipe, recogiendo con la mano izquierda la larga cola de su manto negro, mientras con la diestra se acaricia la propia y pálida frente, es ésta:
—Puede un hombre, al mismo tiempo, ser y no ser? ¿ Cuántos hombres son precisos, en la oscuridad, para hacer en la luz un solo hombre verdadero?
Ésta es la cuestión, el carozo, el nudo. Aquí hago hablar yo a Hamlet, príncipe real de Dinamarca. Aquí hago hablar al hombre.
Hace ya mucho tiempo que andan por los teatros las dudas, también los miedos, y la cruel muerte de Hamlet. Hay, para el espectador, por decirlo de algún modo, unos supuestos hamietianos. Esto, y todo cuanto de él he saboreado, oyendo en Shakespeare cómo hablaba en las estancias de Elsinor, me hace preferir, para mi pregunta y mi respuesta, el viejo nombre, la antigua escena, a un nombre y a una escena sacados de mi magín. Acomodo ahora en Hamlet, en esa rama, de abedul si queréis, que el
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SNOPES

La trama corrupta que afecta al PP CONVERSACIONES INTERVENIDAS ENTRE LOS CABECILLAS Y SUS LETRADOS
Financiación ilegal en el PP gallego
Pablo Crespo reconoce "un problema jurídico grave" en las cuentas de 1999
J. M. R. - Madrid - 15/03/2010
Pablo Crespo. Mira una cosa, hay un dato que tengo que darte. Cuando viniste la última vez, que estaba en unas diligencias, esas diligencias pertenecían a la apertura de una caja de seguridad que tenía yo en Pontevedra, donde yo tenía la información económica de toda mi gestión como secretario de Organización del PP de Galicia durante cuatro años, cuatro ejercicios completos, entonces ahí hay una documentación ordenada por mí en su día, porque cuando yo me marché quería dejar las cosas claras.
Abogado. Seguramente.
Pablo Crespo. Pero no creo que sea un problema jurídico muy grave, salvo lo del ejercicio de 1999. ¿Cuándo prescriben ese tipo de cosas?
Abogado. Depende de lo que estemos hablando, si es un problema de financiación irregular que puede conducir a un delito electoral, como mucho 10 años, pero yo creo que es menos.
Pablo Crespo. (...) Yo te hablo de 1999, pero nada más. Pero bueno, les va a dar alas para...
Abogado. Seguro, seguro. Aunque hiciese 20 años de esto, EL PAÍS lo sacaría igual.
Pablo Crespo. Lo que me sorprende es que no lo saquen esta semana. (...) El lío que se puede montar es morrocotudo.

ENCADENADOS. HITCHCOOK

KURZ

De El corazón de las tinieblas, p.71-72
»Entonces pude ver un pequeño cuadro al óleo en un marco, representando a una mujer envuelta en telas y con los ojos vendados, que llevaba en la mano una antorcha encendida. El fondo era sombrío, casi negro. La mujer permanecía inmóvil y el efecto de la luz de la antorcha en su rostro era siniestro.
»Eso me retuvo, y él permaneció de pie por educación, sosteniendo una botella vacía de champaña (para usos medicinales) con la vela colocada encima. A mi pregunta, respondió que el señor Kurtz lo había pintado, en esa misma estación, hacía poco más de un año, mientras esperaba un medio de trasladarse a su estación comercial. ‘Dígame, por favor”, le pedí, “quién es ese señor Kurtz?”
»“El jefe de la estación interior”, respondió con sequedad, mirando hacia otro lado. “Muchas gracias”, le dije riendo, “y usted es el fabricante de ladrillos de la Estación Central. Eso todo el mundo lo sabe.” Por un momento permaneció callado. “Es un prodigio”, dijo al fin. “Es un emisario de la piedad, la ciencia y el progreso, y sólo el diablo sabe de qué más. Nosotros, necesitamos”, comenzó de pronto a declamar, “para realizar la causa que Europa nos ha confiado, por así decirlo, inteligencias superiores, gran simpatía, unidad de propósitos.”“Quién ha dicho eso?”, pregunté. “Muchos de ellos”, respondió. “Algunos hasta lo escriben; y de pronto llegó aquí él, un ser especial, como debe usted saber.”“Por qué debo saberlo?”, le interrumpí, realmente sorprendido. Él no me prestó ninguna atención. “Sí, hoy día es el jefe de la mejor estación, el año próximo será asistente en la dirección, dos años más y... pero me atrevería a decir que usted sabe en qué va a convertirse dentro de un par de años. Usted forma parte del nuevo equipo... el equipo de la virtud. La misma persona que lo envió a él lo ha recomendado muy especialmente a usted. Oh, no diga que no. Yo tengo mis propios ojos, solo en ellos confío.” La luz se hizo en mí. Las poderosas amistades de mi tía estaban produciendo un efecto inesperado en aquel joven. Estuve a punto de soltar una carcajada. “Lee usted la correspondencia confidencial de la compañía?”, le pregunté. No pudo decir una palabra. Me resultó divertido. “Cuando el señor Kurtz”, continué severamente, “sea director general, no va usted a tener oportunidad de hacerlo.”

GREETINGS. BRIAN DE PALMA (VIEJUNO)


Donde Brian citaba Blow Up, a Trufautt y a Hitch.

FRASE DE LAS SEMANA

Porque acaso no se es de ningún país
más que del país de la infancia
RMR

RECUERDA

LA PARANOIA

De Herzog de Saul Bellow, p.114
Hace poco obtuve de un psiquiatra una lista con los rasgos de la paranoia; le pedí que me los escribiera. Pensé que podría ayudarme a comprenderla mejor. Lo hizo de buen grado. Metí el papel en mi cartera y lo estudié como las plagas de Egipto. Igual que Dom, sfardeya, kinnim en la Haggadah. Decía: «Orgullo. Ira. Exesiva “racionalidad”. Inclinaciones homosexuales. Competitividad. Desconfianza de las emociones. Incapacidad para aceptar críticas. Actitudes hostiles. Delirios.» ¡Todo estaba allí, todo! He procurado aplicar a Mady cada uno de los rasgos, y aunque el retrato aún no está completo, sé que no puedo dejar a una niñita en sus manos. Mady no es Daisy. Daisy es una mujer estricta, tiene sus arrebatos de genio, pero es seria. Ha educado muy bien a Marco.

DIOS – Y BATAILLE.

De El mundo de JJ Millás, p.74-75
Entonces me llevó a cogió algo de uno de los cajones del mostrador de la tienda y salimos a la calle, donde me enseñó el objeto. Se trataba del chasis de un carrete de hilo tapado por uno de sus extremos. Me dijo que mirara por el agujero libre y recibí una de las impresiones más fuertes de mi vida. En efecto, desde el fondo del tubo, un ojo me observaba. Tardé sólo unos instantes en comprender que se trataba de mi propio ojo, pues lo que había en el extremo del carrete era un espejo sujeto con un esparadrapo. Pero incluso después de haberlo comprendido continuó produciéndome impresión, si no miedo, mirar por el tubo (años más tarde recordaría este episodio al leer, creo que en un libro de Bataille, que el ojo por el que Dios nos ve es el mismo que por el que nosotros le miramos). El Vitaminas observaba mis reacciones con una sonrisa orgullosa, su rostro trasfigurado por un halo de santidad. Comprendí que, aun estando el uno al lado del otro, nos encontrábamos en dimensiones diferentes. A él, quizá porque no había regresado al sótano por el mismo sitio por el que había salido, no le había abandonado aquella visión alucinada de la calle a la que yo había renunciado por agotamiento.
Me regaló el tubo, para que viera el ojo de Dios cuantas veces me diera la gana en el futuro, pues él tenía varios de esos ojos. Había adquirido una gran destreza en su confección. Para darle al espejo la forma redondeada, lo raspaba pacientemente contra la pared. La construcción de un ojo, que en el fondo siempre era el mismo, le llevaba, me dijo, tres o cuatro días. Con el tiempo, yo mismo me convertí en un artesano de estas piezas. Cada vez que en casa se rompía un espejo, me hacía con los pedazos resultantes, que conservaba como un tesoro.

CÁNDIDO O EL OPTIMISMO

«Está demostrado, decía, que las cosas no pueden ser de otro modo: porque, estando hecho todo para un fin, todo está hecho necesariamente para el mejor fin. Observad que las narices han sido hechas para llevar antiparras, por eso tenemos antiparras. Las piernas están visiblemente instituidas para ser calzadas, y por eso tenemos calzas. Las piedras han sido formadas para ser talladas, y para hacer castillos con ellas, por eso monseñor tiene un bellísimo castillo; el mayor barón de la provincia debe ser el que mejor alojado esté; y, estando hechos los cerdos para ser comidos, nosotros comemos puerco todo el año: por consiguiente, quienes afirmaron que todo está bien, dijeron una tontería; había que decir que todo está lo mejor posible».
Cándido escuchaba atentamente, y creía inocentemente; porque la señorita Cunegunda le parecía extremadamente bella, aunque jamás tuvo la osadía de decírselo. Llegaba a la conclusión de que, después de la dicha de haber nacido barón de Thunder-ten-tronckh, el segundo grado de felicidad era ser la señorita Cunegunda; el tercero, verla todos los días; y el cuarto, oír a maese Pangloss, el mayor filósofo de la provincia, y por consiguiente de toda la tierra.

INCIPIT 220. HERZOG / SAUL BELLOW

Si estoy chalado, tanto mejor, pensó Moses Herzog. Algunos lo creían majareta, y durante cierto tiempo incluso él creyó que le faltaba un tornillo. Pero ahora, aunque seguía portándose de modo extraño, sentíase seguro de sí mismo, alegre, clarividente y fuerte. Había caído bajo una especie de hechizo y escribía cartas a todo bicho viviente. Estas cartas le apasionaban tanto que, desde fines de junio, iba siempre con una cartera llena de papeles. La había llevado de Nueva York a Martha’s Vineyard, de donde se marchó en seguida, y dos días después fue en avión a Chicago, y desde Chicago a un pueblo del oeste de Massachusetts. Escondido en el campo, escribió sin parar, fanáticamente, a los periódicos, a la gente que desempeñaba cargos públicos, a los amigos y parientes; después, a los muertos, sus propios muertos sin importancia, y, por último, a los muertos famosos.
Se encontraba en los Berkshires, en plena canícula. Herzog estaba solo en la casa, grande y vieja. Aunque solía ser muy exigente en cuanto a la comida, se alimentaba de pan de molde envuelto en papel, judías de lata y queso americano. De vez en cuando cogía frambuesas en la descuidada huerta, y, para dormir, utilizaba un colchón sin sábanas —de su desierta cama de matrimonio— o la hamaca, en la que se cubría con su abrigo. En el patio, le rodeaban la abundante hierba, los algarrobos y los arces. Cuando abría los ojos por la noche, las estrellas parecían cuerpos espirituales. Eran de fuego, desde luego; llenas de gases, minerales, calor, átomos, pero resultaban muy conmovedoras, hacia las cinco de la mañana, para un hombre que yacía en una hamaca envuelto en su abrigo.
21

CADERNOS DO CINEMA. AN EDUCATION



Estupenda película: sencilla y emotiva. En ella se enfrenta la realidad al deseo y al final, ¿quien gana?
La foto es una maravilla pues a la imagen de la joven estudiante se le incrusta el reflejo de la directora del colegio.
Pincio

¿CHOQUEIROS O MADRES?

NABOKOV HABLA –MAL- DE HENRY JAMES

De Vladimir Nabokov. Los años americanos, de Brian Boyd
Los tres Nabokov dejaron Cambridge el 20 de junio de 1952: Dmitri se les adelantó en su recién comprado Ford A 1931, mientras Nabokov y Véra lo seguían en el Oldsmobile. Pasaron la noche en Ithaca, donde dejaron cosas para el verano, y se dirigieron al Oeste, en dirección a Wyoming; llegaron al Lazy U Motel, Laramie, a finales de ese mes. Nabokov había planeado trabajar intensivamente en Lolita, pero el año académico lo había dejado exhausto. Siete semanas después de salir de Cambridge le escribió a Edmund Wilson: «No he leído un libro (salvo una colección de cuentos de Henry James: una basura, un engaño total; algún día deberías desenmascarar a esa pálida marsopa y sus elegantes vulgaridades) ni escrito una sola palabra desde que me marché.»

FRASE DE LA SEMANA

Si somos sinceros, comprendemos que casi todas las conversaciones en que nos vemos metidos, sin que sepamos cómo ni por qué razón, son inútiles, siempre conversaciones que no son convenientes para nosotros, que sólo nos debilitan. En el momento oportuno tenemos que levantarnos de esas reuniones sociales, circunstancias y situaciones e irnos, como es natural, a un estar solos bastante largo, largo, siempre infinito, así Roithamer.
TB

A TI TE LLEGARA EL MOMENTO, ME DIJO CON TRANQUILIDAD

DOS POEMAS PARA LAUTARO BOLAÑO

De La universidad desconocida, p.434-435
Lee a los viejos poetas
Lee a los viejos poetas, hijo mío
y no te arrepentirás.
Entre las telarañas y las maderas podridas
de barcos varados en el Purgatorio
allí están ellos
¡cantando!
¡ridículos y heroicos!
Los viejos poetas
Palpitantes en sus ofrendas
Nómades abiertos en canal y ofrecidos
a la Nada
(pero ellos no viven en la Nada
sino en los Sueños)
Lee a los viejos poetas
y cuida sus libros
Es uno de los pocos consejos
que te puede dar tu padre

Biblioteca
Libros que compro
Entre las extrañas lluvias
Y el calor
De 1992
Y que ya he leído
O que nunca leeré
Libros para que lea mi hijo
La biblioteca de Lautaro
Que deberá resistir
Otras lluvias
Y otros calores infernales
—Así pues, la consigna es ésta:
Resistid queridos libritos
Atravesad los días como caballeros medievales
Y cuidad de mi hijo
En los años venideros

LA CRUCIFIXION DE TINTORETTO, SEGÚN HENRY JAMES


De Compañeros de viaje, de Henry James, p.74-75
El chiquillo llegó con el sacristán y su llave, y nos condujeron hasta la presencia de la Crucifixión de Tintoretto. Esta gran pintura es una de las mejores de la escuela veneciana. Tintoretto, el lector culto recordará, pintó dos obras maestras sobre este gran tema. La más grande y compleja está en la Scuola di San Rocco; la otra, sobre la que hablo, es pequeña, sencilla, y sublime. Ocupa el lado izquierdo del estrecho coro de la pequeña y humilde iglesia en la que estábamos, y destaca por ser, con dos o tres excepciones, la mejor obra conservada de su incomparable autor. En todo el mundo del arte no se ha producido nunca un efecto tan poderoso a través de unos medios tan sencillos y selectos; nunca la inteligente elección de medios ha sido perseguida con una percepción tan refinada para conseguir un efecto. El cuadro ofrece a nuestra vista la esencia misma y central de la gran tragedia que representa. No hay ninguna Madonna desmayada ni ninguna Magdalena que consuele. No se describe ninguna escena de burla ni la crueldad de las masas reunidas. Observamos la silenciosa cumbre del Calvario. A la derecha hay tres cruces, destacando la del Salvador. Ua escalera apoyada contra ella sostiene a un verdugo con turbante, que se inclina hacia abajo para recibir la esponja que le ofrece un compañero. Sobre la cima de la colina los cascos y las lanzas de una línea de soldados completan la severidad de la escena. La realidad de la pintura va más allá de las palabras: es difícil decir qué es más impresionante, si el horror desnudo del hecho representado o el inteligente poder del artista. Se respira una oración silenciosa de agradecimiento por no estar en posesión de la terrible clarividencia del genio Nos sentamos y observamos la pintura en silencio. El sacristán merodeaba por los alrededores, pero finalmente, cansado de esperar, se retiró al campo. Observé a mi compañera que se mostraba pálida, inmóvil y subyugada; evidentemente sentía la imponente fuerza de la obra con conmovedora compasión. Finalmente hablé con ella y, sin haber recibido respuesta, repetí mi pregunta. Ella se levantó y volvió su rostro hacia mí, iluminado con un vívido éxtasis de piedad.

SNOPES –FLEM ALBERTO-


De El villorrio, de Willaim Faulkner
-¿Qué le habéis ofrecido?- preguntó (el Príncipe).
-Las gratificaciones.
-¿Y?
-Las tiene. Dice que para un hombre que sólo masca tabaco, cualquier escupidera sirve.
-¿Y luego?
-Las vanidades.
-¿Y...?
-Las tiene. Ha traído una gruesa en la maleta, hechas de amianto especialmente para él, con broches que no se funden.
-Entonces, ¿qué es lo que quiere?- gritó el Príncipe- ¿Qué es lo que quiere? ¿El Paraíso?
Y el anciano servidor se le quedó mirando, y el Príncipe creyó primero que era porque no había olvidado la burla anterior. Pero pronto descubrió que no era ese el motivo.
-No- dijo el anciano servidor- Quiere el Infierno.

BOLAÑO HABLA DEL GOLPE MILITAR CHILENO

De Bolaño por sí mismo, p.106-107
Fue muy divertido. Fui a casa de un chaval que sabía que era de izquierda. Y le pregunté: “Quién está organizando la resistencia en el barrio?, porque yo voy de voluntario”. Y el chaval me dijo: “Yo también quiero ir de voluntario”. Yo tenía 20 años, pero él tenía 15. Y fuimosjuntos a la célula de unos comunistas, que eran los únicos que tenían organización. Había gente de todos los partidos allí. Era la casa de un obrero comunista. Un hombre que estaba muy, muy asustado. Recuerdo, además, que en su aparador tenía libros de Marcial Lafuente Estefanía, esos pequeños libritos de vaqueros. Fue muy tierno. Muy desolador y muy tierno.
—¿Pero estaba realmente organizada la resistencia en el caso de un golpe?—Llegamos allí y decimos: “Qué hay que hacer?”. Somos como veinte o treinta personas y nos dan a cada uno una tarea: vigilar calles. En realidad nos dan un plan prefabricado con un escenario de guerra civil, no de golpe de Estado. Yo me encuentro con que aquello que me mandaban a hacer era una soberana estupidez. Porque era vigilar la casa de un civil, de una persona que se sabía que era de derecha, por si llegaban allí armas; en fin, tener controlada esa casa. Algo demencial, porque las calles estaban desiertas y cuando pasaban patrullas militares si no te disparaban te detenían. Me dan un seudónimo y un santo y seña. Era Raúl, Rigoberto, no me acuerdo, para dárselo a un compañero que pasaría haciendo los controles. Me voy a la calle que tengo que vigilar y cruzan dos frases por mi mente: “no pasa nada” o “pasan cosas graves”. No hay nadie, estoy yo solo. Empiezo a tener miedo. ¿Qué hago yo aquí? Estás en una calle solo y lo primero que piensas es que te están mirando desde todas las ventanas. Hasta que llegaron los que pasaban revisión y a mí se me había olvidado la contraseña; hablé con ellos, volví a la célula. En aquella época hablaba como mexicano y creyeron que era extranjero. Y como a todos los extranjeros se les suponía una gran veteranía en la lucha armada, me pidieron a mí, que podía ser muy bien un infiltrado, que fuera a contactar a la célula mayor, que estaba totalmente aislada. Me pregunto por qué no usan los teléfonos. Parece que tiene que ser un contacto de persona a persona. Me dan una bicicleta para que vaya a no sé cuántos kilómetros de distancia por una ciudad que no conozco, porque yo nunca he vivido en Santiago. Una locura. Ahí me doy cuenta:
Si les hago caso me matan seguro. Fue divertidísimo. Como una película
de los hermanos Marx. Órdenes, contraórdenes. “Tú haz esto”, “tú lo otro”. Nadie se aclaraba. A eso de las doce o una de la tarde nos llega la noticia de que el general Prats viene con un contingente de tropas leales. Decidimos ir a recibir a Prats, pero militarmente, es decir, darle una cobertura de entrada y ver qué armas teníamos. Y nos vamos a un barrio que estaba allí al lado, del movimiento de “los sin casa”, que ocupaban terrenos y construían. Una de esas casas estaba llena de bombas molotov. Y lo lógico era destruir una serie de puentes peatonales para impedir el paso de las primeras avanzadillas de los pinochetistas hasta que llegaran las tropas de Prats. Luego resultó que Prats a esa hora ya estaba preso. No había tropas, no había nada, el general estaba detenido. Además, ¿cómo vas a tirar puentes peatonales con bombas molotov? Era una locura absoluta. Porque no había nada, ni armas cortas, sólo bombas molotov. Era impresionante. Y así fue el día.
— ¿Qué pasó al día siguiente?
—La suprema resaca. Oía bombardeos. Un barrio había aguantado el golpe: sus pobladores estaban mejor preparados, atacaron una comisaría, redujeron a los carabineros y aislaron el barrio. Pero lo bombardearon desde el aire. Se escuchaban balazos todo el santo día.
—¿Entonces te pillaron?
—Yo caí preso en noviembre de 1973, dos meses después, pero en otras circunstancias.
— ¿Te buscaban?
—No, y nunca supe por qué me detuvieron. Yo iba en autobús de Los Ángeles a Concepción. Iba a visitar a un amigo y detuvieron el autobús en la carretera y empezaron a pedir documentación. Me bajaron, me cogieron, al único, y me detuvieron bajo la acusación de ser “terrorista extranjero”. Me vieron la ropa, que era mexicana, y que viajaba con dólares. Y mi carnet de identidad era de cuando tenía 15 años o menos y en la foto no me parecía en nada, perfectamente podía ser falsificado. Además había una ola de xenofobia, de persecución a los extranjeros total, pero con unos matices asquerosos, nauseabundos, sobre todo contra argentinos, uruguayos y mexicanos. Me detuvieron y estuve ocho días preso. Luego se dieron cuenta de que no había nada de qué acusarme, pero el primer día fue muy duro porque pensé que me iban a matar.

INCIPIT 219. EL MUNDO / JUAN JOSE MILLAS


Mi padre tenía un taller de aparatos de electromedicina. Los reparaba, los inventaba, los deducía de publicaciones norteamericanas. No sabía inglés, ero era capaz de interpretar un esquema, un plano un circuito con la facilidad con la que otros leen in síntoma. Por su taller pasaron aparatos de rayos X i pulmones de acero con los que mis hermanos y io jugábamos, no siempre a los médicos. Entre los ingenios que más me impresionaron, recuerdo un aspirador de sangre perteneciente a la época anterior al bisturí eléctrico, cuando las heridas abiertas por el cirujano se inundaban, impidiendo la visión del órgano a operar. El aspirador dejaba la herida limpia en cuestión de segundos. La sangre se recogía en un recipiente de cristal de boca ancha, como os de las aceitunas a granel; probablemente fuera in frasco de aceitunas, pues en casa no se tiraba nada. Los tapones de los tubos de la pasta de dientes servían, por ejemplo, como mandos para los aparatos de radio. Más tarde, con la aparición del bisturí eléctrico, que cauterizaba la herida al tiempo

INFLITRADOS. SCORSESE

NABOKOV HABLA DE HJ –Y DE OTROS-


De Vladimir Nabokov. Los años americanos, p.226-227
Nadie, ni siquiera Flaubert o James, ha tenido más sensibilidad que Nabokov para los métodos y convenciones narrativas. Analizaba el dominio de la transición en Flaubert y lo comparaba con el de Tolstói. Analizaba el contrapunto flaubertiano (la feria agrícola) y lo contrastaba con su contrapartida joyceana (la procesión del virrey). Saboreaba el intento de aproximación de Tolstói al monólogo interior en Ana Karénina antes de criticar el convencionalismo del stream of consciousness joyceano. Dejó claro el disgusto que le producían las soluciones narrativas fáciles (las cartas como medio de transmisión de una información rápida en la narrativa del siglo XViII o en Jane Austen, escuchando a escondidas a Proust), y en su lugar elogió la implacable determinación de Flaubert de buscar solamente lo que la situación permite. Inventó sus propios términos para describir el punto de vista narrativo, «el agente tamizador» a través del cual o por medio del cual vemos a los otros personajes, o el intermediario del autor o chico de los recados, al que Henry James llama machaconamente la «ficelle», pero al que Nabokov cristianamente bautiza el «peny», para luego desestimarlo no sin disgusto:
el llamado perry, palabra derivada posiblemente de periscopio, pese a la doble r, o quizá de parry [parada], en vaga conexión con el florete de la esgrima. Pero esto tiene poca importancia, ya que de todos modos soy yo quien inventó este término hace ya muchos años. Designa al esbirro más bajo del autor: al personaje que, a lo largo del libro, o al menos en ciertas partes, está, por así decir, de servicio, y cuyo único objetivo, cuya única razón de ser, es visitar los lugares que el autor quiere que visite y ver a los personajes que el autor quiere que el lector conozca. En esos capítulos, el perry carece de identidad propia. No tiene voluntad, ni alma, ni corazón, ni nada: es un mero perry en peregrinación, aunque desde luego puede recuperar su identidad en alguna otra parte del libro. El perry visita una casa sólo porque el autor quiere describir a los personajes de esa casa. El perry es muy servicial. Sin el perrry, la historia resulta a veces difícil de dirigir y de desarrollar; aunque es preferible cargarse el relato que tener a un perry
arrastrando su hilo como arrastra un insecto lisiado un trozo de telaraña polvorienta.

LOS AGRADECIMIENTOS DEL ORLANDO DE VIRGINIA WOLF


Prólogo a Orlando de Virginia Wolf
Muchos amigos me han ayudado a escribir este libro. Algunos han muerto y son tan ilustres que apenas me atrevo a nombrarlos, aunque nadie puede leer o escribir sin estar en perpetua deuda con Defoe, Sir Thomas Browne, Sterne, Sir Walter Scott, Lord Macaulay, Emily Bront De Quincey y Walter Pater —para no mencionar sino a los primeros que se me ocurren. Otros, quizús igualmente ilustres, viven aún y el hecho mismo los hace menos formidables.
Estoy agradecida especialmente a Mr. C. P. Sanger, cuya versación en la ley de inmuebles me ha permitido realizar este libro. La vasta y peculiar erudición de Mr. Sydney Turner me ha evitado, lo espero, algunos lamentables errores. He tenido la ventaja —sólo yo puedo apreciar su valor— del conocimiento del chino de Mr. Waley. Madame Lopokova (Mrs. 1. M. Keynes) ha estado siempre lista a corregir mi ruso. A la imaginación e incomparable simpatía de Mr. Roger Dry debo cuanto sé del arte pictórico. Espero haber aprovechado en otro terreno la crítica singularmente penetrante, aunque severa, de mi sobrino Mr. Julian Bell. Las investigaciones infatigables de Miss M. K. Snowdon en los archivos de Harrogate y de Cheltenham no fueron menos arduas por haber resultado del todo inútiles. Otros amigos me auxiliaron en modos demasiado diversos para ser especificados aquí. Básteme nombrar a.
Mr. Angus Davidson; a Mrs. Cartwright; a Miss Janet Case, a Lord Berners (cuyo conocimiento de la música isabelina me ha resultado inapreciable); a Mr. Francis Birreli; a mi hermano, el Dr. Adrian Stephen; a Mr. F. L. Lucas; a Mr. y Mrs. Desmond Maccarthy; al más alentador de los críticos, mi cuñado, Mr. Clive Dell; a Mr. H. G. Rylands; a Lidy Colefax; a Miss Nellie Boxail; a Mr. J. M. Keynes; a Mr. Hugh Walpole; a Miss Violet Dickinson; al Honorable Edward Sackville West; a Mr. y Mrs. St. John Hutchinson; a Mr. Duncan Grant; a Mr. y Mrs. Stephen Tomlin; a Mr. y Lady Ottoline Morreil; a mi madre política Mrs. Sidney Woolf; a Mr. Osbert Sitwell; a Madame Jacques Raverat; al Coronel Cory Beil; a Miss Valerie Taylor; a Mr. J. T. Sheppard; a Mr. y Mrs. T. S. Eliot; a Miss Sands; a Miss Nan Hudson; a mi sobrino Mr. Quenrin Bel! (apreciado y antiguo colaborador en materia novelística; a Mr. Raymond Mortimer; a Lady Gerald Welleley; a Mr. Lytton Strachey; a la Vizcondesa Cecil; a Miss Hope Mirrlees; a Mr. E. M. Forster; al Honorable Harold Nicolson; y a mi hermana, Vanessa Bel!
—pero la lista se alarga demasiado y ya es demasiado ilustre. Me trae recuerdos de lo más agradables, pero despertará en el lector una expectativa que el libro sólo puede frustar. Concluiré, pues, agradeciendo a los empleados del Museo Británico y del Archivo su habitual cortesía; a mi sobrina Miss Angelica Bel! un favor que sólo ella pudo prestarme; y a mi marido, la invariable paciencia que ha puesto en ayudar mis pesquisas y la profunda erudición histórica a la que deben estas páginas la poca o mucha precisión que poseen. Finalmente agradecería, pero he perdido su dirección y su nombre, a un caballero norteamericano, que generosa y gratuitamente ha corregido la puntuación de mis anteriores publicaciones y que, lo espero, no escatimará su celo esta vez.

BORGES BY COETZEE

De Costas extrañas, de JM Coetzee
J. L. Borges. Collected Fictions
En 1961,los directores de seis importantes editoriales occidentales (Gallimard, Einaudi, Rowohlt, Seix Barral, Grove, y Weidenfeld & Nicholson) se reunieron en un lugar de descanso en las islas Baleares para diseñar un premio literario que distinguiría a los escritores que estaban transformando el paisaje literario mundial y, en última instancia, para plantear un premio de prestigio que pudiera rivalizar con el Nobel. El primer Premio Internacional de los Editores (también conocido como premio Formentor) se concedió ex—aequo a Samuel Beckett y a Jorge Luis Borges. Aquel mismo año, se concedió el premio Nobel al yugoslavo Ivo Andric, un novelista notable aunque no un innovador. (Beckett obtuvo el Nobel en 1969.A Borges nunca se lo dieron, pero sus defensores sostienen que fueron sus adhesiones políticas las que echaron por tierra sus posibilidades).
La promoción que rodeaba la concesión del premio Formentor catapul— tó a Borges al primer plano de la atención mundial. En Estados Unidos, Grove Press publicó diecisiete relatos cortos bajo el título de Ficciones. New Directions fue la siguiente editorial en publicar Labyrinths, un libro que con— tenía veintitrés relatos —algunos de los cuales ya habían aparecido en Ficciones, pero en otras traducciones—, así como ensayos y parábolas.A estas traducciones les siguieron con bastante rapidez otras a diversos idiomas.
Aparte de su tierra natal, Argentina, había un país donde ya se conocía el nombre de Borges. El crítico y editor francés Roger Caillois había estado exiliado en Buenos Aires entre 1939 y 1945. Después de la guerra, dio a conocer a Borges en Francia, publicando Ficciones en 1951 y Labyrinthes en 1953 (esta última colección de relatos sustancialmente distinta del Lahyrinths publicado por New Directions —la bibliografia de Borges constituye un laberinto en sí mismo). En el decenio de 1950, Borges era más reconocido y tenía mayor número de lectores en Francia que en Argentina. Resulta curioso que, en este aspecto, su carrera se asemeje a la de su precursor en la ficción especulativa, Edgar Allan Poe, a quien Baudelaire defendía y que fue acogido con entusiasmo por el público francés.
El Borges de 1961 ya había cumplido los sesenta años. Las historias que lo han hecho famoso las había escrito en los decenios de 1930 y 1940. Había perdido su fuerza creativa, y además empezaban a no gustarle demasiado las obras «barrocas» que había escrito en su primera época. Aunque vivió hasta 1986, la intensidad y la audacia intelectual de aquellos años no volverían a aparecer más que intermitentemente.
[…]
En Las ruinas circulares», una historia acerca del poder generativo masculino y del nacimiento de los hombres, Borges escribe:«A todo padre le interesan los hijos que ha procreado»,«Every father feels concern for the sons he has procreated».Hurley lo traduce así: «Every parent feels concern for the children he has procreated»

INCIPIT 218. CANDIDO / VOLTAIRE

CAPÍTULO PRIMERO
DE CÓMO CÁNDIDO FUE EDUCADO EN UN HERMOSO CASTILLO, Y DE CÓMO FUE ECHADO DE ÉL
Había en Westphalia, en el castillo del señor barón de Thunder-ten-tronckh, un joven a quien la naturaleza había dotado de las costumbres más delicadas. Su fisonomía anunciaba su alma. Tenía el juicio bastante recto, junto con el espíritu más simple; creo que por esta razón lo llamaban Cándido 2 Los viejos criados de la casa sospechaban que era hijo de la hermana del señor barón y de un bondadoso y honrado gentilhombre de los alrededores, con quien esa señorita nunca quiso casarse porque sólo había podido probar setenta y un cuarteles, y porque el resto de su árbol genealógico se había perdido con los ultrajes del tiempo.

FRASE DE LA SEMANA

Quien calcula compra en Sepu
MVM

MILANO POUR HENRY JAMES

De Compañeros de viaje, p.27-28
Aquellos que hayan paseado por las inmensidades marmóreas de la cumbre de la catedral de Milán apenas esperarán que se las describa. Sólo se las puede apreciar de forma adecuada cuando se las contempla como un todo completo y concéntrico. Yo no las apreciaba como un todo; una semana en Italia me había probado que no disponía del coup d’oeil arquitectónico. Cuando recuerdo el momento en el que emergimos tras el sofocante ascenso en espiral, me sobreviene principalmente una confusa sensación de inmensa elevación hacia el cielo, así como la impresión de que fantásticas y cegadoras figuras de mármol brotaban de un modo prodigioso e intenso. Allá arriba, enaltecido por la acción del sol, se encuentra un vasto mundo marmóreo. La sólida blancura se extiende en enormes losas a lo largo de las pendientes iridescentes de la nave y del transepto, como los solitarios campos nevados de los Alpes más elevados. Esa blancura salta, asciende, hiere y ataca el azul desprotegido del cielo con una incisión intensa y jubilosa y se enfrenta con un brillo más que igual a la implacable luz del sol. El día decae, declina, expira, pero el mármol brilla para siempre, sin fundirse ni alterarse. El lector sabrá sin duda lo que quiero decir si alguna vez en la Piazza ha dirigido su mirada hacia arriba a medianoche. La fuerza plástica que se observa, con una frecuencia asombrosa, en el punto más elevado de algunos pináculos, explota dando lugar a una flor o una figura perfecta con una sensación de satisfecho descanso. Una miríada de estatuas esculpidas permanecen suspendidas y guardadas en hornacinas más allá del alcance de la vista humana, conocidas sólo por el aire que las atraviesa. La pérdida de estas obras de arte a los ojos de los mortales es, supongo, beneficio de la Iglesia y del Señor. De entre todos los santuarios llenos de joyas y de entre los tabernáculos ricamente trabajados que hay en Italia, nunca he visto tal magnífico desperdicio de trabajo ni tal gloriosa síntesis de ingeniosos secretos. Mientras uno pasea. sudando y parpadeando, por los distintos niveles del edificio, los ojos vislumbran en cientos de puntos el pequeño perfil de un santo diminuto cuya vista está fija en las alturas vertiginosas, un par de manos unidas orando al inmediato y brillante cielo, o la sandalia de un clérigo cuyo pie está plantado al filo del blanco abismo.

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